Yolanda Díaz está muerta
No creo que sea muy útil analizar la pasión de Pedro J. por apostar a caballo perdedor. Pero igual que estuve seguro de que el apoyo de Ramírez a Rivera implicaba su muerte política, hoy no tengo ninguna duda de que a Yolanda Díaz también la han sentenciado a muerte en su aventura política
Es inverosímil el entusiasmo con el que desde los medios afines a la Moncloa se está apoyando la operación de salón para lanzar un nuevo partido de izquierda liderado por una mujer que cuenta por fracasos las veces que ha encabezado candidaturas. Y que en realidad sólo llegó a vicepresidente del Gobierno porque un macho alfa la colocó en ese cargo.
Esta mujer que no ha presentado ni una idea original y que sólo quiere que los españoles trabajen menos y cobren lo mismo es una de las personas más cursis que he conocido en mi vida. Supongo que cree que con esa cursilería logra ocultar un poco su anterior extremismo pro chavista y pro castrista. Pero ser cursi no es delito y puede que incluso haya a quien le guste.
El problema le ha llegado a Yolanda Díaz por donde menos lo esperaba. Y esto sí que tiene mal arreglo porque hay apoyos que son mortales de necesidad como demuestra la amplia casuística. Ayer lunes, con un día de retraso, un alma caritativa me hizo llegar el artículo publicado el domingo en El Español por Pedro J. Ramírez. El título lo dice todo y se pueden ahorrar el leer el resto del artículo: «Lo de Yolanda sólo puede salir bien». En cuanto lo leí supe que Díaz está políticamente muerta como todos aquellos políticos a los que Ramírez ha dado su apoyo.
Ya cuando en 1974 se empezó a hablar en las Cortes Españolas del «Espíritu del 12 de Febrero», Ramírez apostó por aquella apertura que promovía Carlos Arias Navarro, que fue rápidamente finiquitada –por el propio Arias–. En los primeros años de la Transición apostó por Joaquín Garrigues, que moriría muy joven. En las elecciones de 1982, las de la primera mayoría absoluta abrumadora de Felipe González y el finiquito de la UCD, él publicó con gran despliegue su intención ante las urnas: «Yo voto a Lavilla» tituló su artículo. Landelino Lavilla se quedó sin partido en las elecciones –tal fue su éxito–. Ramírez apostó después por la operación Roca, el intento de llevar a la Presidencia del Gobierno al catalanista Miquel Roca, apoyado por un Partido Reformista Democrático creado en los salones –como el Sumar de Yolanda Díaz–. El PRD concurrió a las elecciones de 1986 encabezado por Antonio Garrigues Walker y sacó cero escaños. Defendió también con firmeza la candidatura de Esperanza Aguirre contra Mariano Rajoy en el congreso del PP en Valencia con el resultado de todos conocido y en su momento apoyó a la UPyD de Rosa Díaz, que ya sabemos cómo acabó. Y no olvidemos el entusiasmo con el que se presentó en un mitin de Albert Rivera en Madrid el 18 de febrero de 2015. Ese día ya tuve yo la certeza del fin de Ciudadanos. Les queda un cuarto de hora.
Pero sus éxitos no se limitaban a la política. Dio un gran respaldo editorial al ciclista Alberto Contador cuando fue acusado de dopaje. Contador fue condenado. Anunció en portada la seguridad de que Madrid había conseguido la organización de los juegos olímpicos. Y aquí seguimos esperando.
No creo que sea muy útil analizar la pasión de Pedro J. por apostar a caballo perdedor. Pero igual que estuve seguro de que el apoyo de Ramírez a Rivera implicaba su muerte política, hoy no tengo ninguna duda de que a Yolanda Díaz también la han sentenciado a muerte en su aventura política. Y como ocurrió con Rivera, cuando se produzca el fracaso de Díaz, Pedro J. saldrá a despellejarla. Tiempo al tiempo. Se admiten apuestas. Y al final Ramírez va a conseguir que me dé pena Yolanda Díaz. No paramos de mejorar.