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HorizonteRamón Pérez-Maura

Sánchez y Napoleonchu: bajarse al moro

A partir de su llegada a Exteriores y hasta hoy, lo de nuestra relación con Marruecos se limita a que les demos placer. Y ya no sé si puede quedar alguna forma sin probar

Actualizada 09:00

Desde que José Manuel Albares, más conocido por Napoleonchu, se hiciera cargo de la cartera de Asuntos Exteriores el 12 de julio de 2021, la humillación y sumisión de España a Marruecos han sido cada vez mayores. Prácticamente todo ha ido mal. Tras su toma de posesión Napoleonchu sólo mencionó a un país: Marruecos. No negaré que es de una importancia estratégica enorme para España, pero convertirlo en el único objetivo mencionable por el nuevo jefe de la diplomacia española parecía un poco exagerado.

Como se ha publicado en El Confidencial en una muy relevante información de José Bautista e Ignacio Cembrero, en Rabat se produjo el 2 de julio de 2021 una reunión bilateral por parte de los embajadores español, Ricardo Díez-Hochleitiner y la marroquí, Karima Benyaich, que ya llevaba un mes en Rabat, llamada a consultas por su Gobierno. Y la parte marroquí comunicó a la española que era requisito sine qua non para la normalización de las relaciones el cambio de titular del Ministerio de Exteriores, entonces capitaneado por Arancha González Laya. Era una forma muy zafia de otorgar una gran victoria a Rabat: se escenificaba que fue la ministra de Exteriores la que decidió acoger en España por razones humanitarias al jefe del Polisario, Brahim Ghali. Y aunque ella no se opuso, es evidente que la decisión se tomó en la Moncloa con descomunal desconocimiento de lo que se estaba haciendo.

A partir de llegada de Napoleonchu y hasta hoy lo de nuestra relación con Marruecos se limita a que les demos placer. Y ya no sé si puede quedar alguna forma sin probar. Sánchez decidió rendir todas nuestras posiciones en el Sahara. Como ya he dicho en alguna ocasión, yo también creo que la única salida sensata para el futuro de aquella antigua colonia española es su integración en el Reino de Marruecos. Pero cuando se hace una concesión así, lo mínimo es obtener por escrito concesiones expresas muy concretas. Por ejemplo, la españolidad perpetua de Ceuta y Melilla y sus islas y peñones adyacentes. Ya se sabe que aquí, ni por escrito ni de palabra. El temario de las negociaciones diplomáticas debió saltárselo Napoleonchu. Y si no fue culpa suya, porque según confesó, él no conoció la carta, lo menos que cabría pedirle es que hubiera dimitido del cargo. Porque ni Francisco Franco, su némesis, hubiera impuesto a ningún ministro de Exteriores un cambio de política tan radical sin consultárselo. Ni durante la dictadura, por supuesto, se vio un cambio tan extremo en la Política Exterior española, perpetrado al margen del titular del Palacio de Santa Cruz. Hay que ser masoquista para aceptar ese grado de vejación profesional.

Ahora estamos a la espera de la reacción de Exteriores a la resolución del Consejo de Transparencia que ordena la entrega a El Debate de los borradores originales de la carta de Sánchez al Rey de Marruecos. Se admiten apuestas: 9 a 1 a que no aparecen porque la señora de la limpieza las tiró a la basura. Cosas veredes, amigo Sancho.

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