Navarra como España: amenazadas
Javier Esparza, el actual presidente de UPN –de derrota en derrota hasta el precipicio– decidió que le iba ir mejor a los partidos integrados en Navarra suma si se presentaban por separado
Dentro del cambiante escenario político con el que afrontamos las elecciones autonómicas de 2023, para mí el punto más preocupante del mapa es Navarra. Peor no puede pintar.
Todos sabemos que el Viejo Reyno ha sido razón de disputa desde hace décadas entre los partidos constitucionalistas y las formaciones nacionalistas e independentistas. Creo que no fue un acierto de la UCD admitir la disposición transitoria 4ª de la Constitución que preveía la opción de integrar a Navarra en el País Vasco. Ése es el gran objetivo del independentismo vascongado porque sus tres provincias suman menos territorio que la actual comunidad foral uniprovincial. 7.234 km2 Vasconia frente a 10.391 km2 Navarra. La diferencia es inmensa y para aspirar a una República Euskalduna independiente, integrar a Navarra es cuestión de vida o muerte para el proyecto.
Desde la restitución del Fuero y el Parlamento de Navarra, el PSOE fue el partido más votado y gobernó a partir de 1979 y hasta 1991 en que el presidente socialista, el sacerdote secularizado Gabriel Urralburu, que sería condenado por cohecho y fraude contra la Hacienda Pública, fue derrotado en las urnas por el candidato de UPN, Juan Cruz Alli. Urralburu pasaría una temporada –algo menos de dos años– viviendo a la sombra a costa del Estado. Era una época en que el «Amejoramiento del Fuero» establecía que, si un candidato no conseguía una mayoría absoluta, y no se formaba una coalición alternativa, automáticamente gobernaba la lista más votada. Como ocurría en los ayuntamientos. En aquel Parlamento UPN tenía 20 escaños por 19 el PSN-PSOE. La mayoría eran 26. Los partidos de izquierda y nacionalistas/independentistas sumaban once escaños más. El centroderecha al margen de UPN sumaba cero. El PSOE podría haber formado una coalición de Gobierno con esos independentistas. Pero el Partido Socialista entonces era un partido constitucionalista –lo que no es hoy.
Desde esa época la situación de Navarra se ha ido degenerando sin freno. Tras 2015 el PSOE se sumó a las fuerzas independentistas para echar del Gobierno a UPN. Primero dio el Gobierno a Geroa Bai –rama local del PNV– y ahora está terminando su mandato con el apoyo de EH Bildu, con quien Sánchez nos dijo que jamás gobernarían. Éste es el escenario que se presenta para las elecciones del próximo 28 de mayo. Así las cosas, Javier Esparza, el actual presidente de UPN –de derrota en derrota hasta el precipicio– decidió que le iba ir mejor a los partidos integrados en Navarra Suma si se presentaban por separado. En 2019 se unieron ahí UPN, PP y Ciudadanos. La coalición logró 20 de 50 escaños de los que 15 fueron para UPN, 3 para Ciudadanos y 2 para el PP.
Sorprendentemente Esparza, de cara a estas elecciones llegó a la conclusión, basada en no se sabe qué, que sumarían más si iban por separado. Contra todas las enseñanzas de esta ley electoral. Algo sin precedentes dentro de la ley d’Hont que rige en las elecciones en España. Huelga decir que pese a las previsiones del señor Esparza, las cosas pintan muy diferentes. La división haría según GAD3 que los 20 escaños de Navarra Suma se repartieran entre UPN (15) y PP (3). Dos menos de los que tenían. Y entraría Vox con otros dos, manteniendo el total de escaños constitucionalistas. Pero regalando la posibilidad de un gobierno controlado por los independentistas con amplia mayoría. Ésta es la brillante gestión del presidente de UPN, que lleva en el cargo desde 2015 y no para de retroceder y poner a los constitucionalistas cada vez en peor posición. No puede sorprender que los diputados nacionales de UPN Sayas y García Adanero no tuvieran más remedio que renunciar a su militancia. Era cuestión de vida o muerte para la Navarra constitucional. Porque el acuerdo del Esparza con Sánchez sobre la reforma laboral indicaba de forma indeleble que Esparza aspira a un acuerdo con el PSOE para que se permita gobernar a la lista más votada. Y si Sánchez no lo consintió cuando había jurado y perjurado que jamás gobernaría con Bildu ¿por qué va a hacerlo ahora después de que no les ha ido tan mal en términos electorales? A quien no puede haberle ido peor es a Navarra y a España.