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Desde la almenaAna Samboal

Soluciones habitacionales la Moncloa

Sólo me queda recomendarles palomitas y un refresco, porque parece que nos quedan anuncios de pisos para rato

Actualizada 01:41

Seis mil personas perdieron su casa en la erupción del volcán de La Palma. El consejo de ministros de Pedro Sánchez, decidido desde el primer momento a socorrer a los más vulnerables, aprobó, en septiembre de 2021, la primera partida de fondos para dotarlos de una vivienda. Eran cinco millones y medio de euros, que, al nivel de precios de esa fecha, antes de que asomara la inflación desbocada que padecemos hoy, daban para pisos de poco más de treinta metros cuadrados. Un año después, a finales de 2022, cuarenta y cuatro familias recibieron las llaves del que seríassu nuevo hogar: coquetas casitas modulares, fabricadas con contenedores, que les ha entregado el gobierno canario. Nada tienen que envidar a las soluciones habitacionales que, allá por 2005, María Antonia Trujillo hizo célebres entre los jóvenes. La vida en un contenedor, bajo un sol de justicia, no parece apetecible ni confortable, pero, al menos, es un techo bajo el que cobijarse. La publicitada idea de la exministra de Zapatero es todavía, a estas alturas, una promesa por cumplir. No llegó más allá de repartir unas zapatillas abotinadas que llegaron a hacerse célebres, las «Kelly Finders».

Más de dos décadas lleva el Partido Socialista enredado en el problema de la vivienda y sigue sin dar con la tecla para resolverlo, porque la ceguera ideológica o el interés electoral se lo impiden. A principios de siglo, la vivienda era inalcanzable para las capas de población de renta baja porque la especulación, favorecida por el dinero barato, había sobrecalentado el mercado. Hoy, la causa es bien distinta: la oferta ha caído en picado porque la crisis de 2008 se llevó a muchos promotores por delante y, los que quedan, al igual que la banca, son mucho más cautos, ya no levantan castillos en el aire. Han aprendido la lección. Sin embargo, para el Gobierno de España, la solución al problema es hoy la misma que hace veinte años: la promesa de una vivienda pública por arte de magia. La última partida que ha anunciado Pedro Sánchez, en los terrenos del Ministerio de Defensa, en Madrid, ya la prometió Trujillo entonces, con el aval de José Bono. Ahora, la titular del departamento, Margarita Robles, ni siquiera tiene constancia de que el presidente necesita el suelo sobre el que se asientan los abandonados cuarteles para levantar nuevos inmuebles.

El objetivo es ilusionar al porcentaje necesario de incautos votantes para salvar la campaña del 28-M. Y hay que admitir que, en este terreno, el presidente es imbatible. Su catálogo de promesas incumplidas, desde los pactos con Bildu y Podemos, hasta la autodeterminación del Sáhara, darían para llenar una enciclopedia. Pero, a estas alturas, todavía parece haber incautos dispuestos a creer en su palabra, habrá quien pique el anzuelo. Para los que se hacen de cruces observando su desparpajo a la hora de intentar seducirnos con un catálogo nuevo de casas cada vez que aparece en escena, sólo me queda recomendarles palomitas y un refresco, porque parece que nos quedan anuncios de pisos para rato.

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