Los amigos que manchan
La base electoral del PSOE es sólida, aguantará. Sus candidatos autonómicos y locales reivindicarán su trabajo en la última legislatura, intentando sustraerse del debate nacional
¡Qué delicadeza! ¡Cuánta mesura! A más de un estratega electoral socialista debieron de abrírsele las carnes al ver la estudiada y comedida reconvención de Pedro Sánchez a Bildu en el Congreso. El silencio de la portavoz bastasuna, renunciando al turno de respuesta, acatando distraídamente sumisa la regañina, hizo el resto. Por si a alguien le cabía alguna duda, todo está atado y bien atado.
Aun arriesgándose a perderlo todo, para forzar su permanencia en la Moncloa, el presidente que reniega airado de las injusticias y las dictaduras, presentes y pasadas, no puede volar los puentes que le llevan hasta aquellos que durante décadas y en plena democracia se han arrogado la prerrogativa de decidir sobre la vida de todos los españoles. Y los que ahora vienen a hablarnos con suficiencia de supuestos derechos sociales –qué vil ironía– necesitan blanquear su conciencia reivindicando a sus asesinos. La falsearán, disimularán o mirarán hacia otro lado, pero la alianza está más vigente que nunca. Se forjó en aquellos tiempos en los que Eguiguren conversaba con Otegi en un caserío. Se ha fortalecido a medida que pasaba el tiempo, pero no hasta el extremo de blanquear a los asesinos.
La disolución de ETA había logrado hacer olvidar a los ciudadanos el empeño de Zapatero por darles una salida. Acorralados como estaban por nuestros servicios de seguridad, en vez de llevarlos frente a un tribunal, optó por devolverlos a la sociedad, libres de polvo y paja. Y ellos, soberbios, se han crecido. Ahora, su presencia en las candidaturas electorales le estalla al PSOE y a su secretario general en una campaña que puede ser decisiva para su futuro.
Hay en todos los partidos votantes fieles, capaces de justificar lo injustificable. Los hay que votan con la nariz tapada y los ojos vendados. Pero hay también algunos que se quedan en casa cuando sus convicciones o ideología no les permiten cambiar la papeleta. Y otros tantos que cambian de opción política en función de las circunstancias. Bildu es una de ellas. Y no menor.
La base electoral del PSOE es sólida, aguantará. Sus candidatos autonómicos y locales reivindicarán su trabajo en la última legislatura, intentando sustraerse del debate nacional. Pero no podrán renegar de un secretario general y sus alianzas que, por su propia voluntad, se ha erigido en el principal activo electoral del partido en esta campaña. El resultado de las urnas medirá –le guste o no a los Lambán, los Page o los Fernández Vara– el sentimiento que han provocado en los ciudadanos de toda España el conglomerado de socios que Pedro Sánchez he elegido para erigirse en presidente.