El PP pacta con Vox. ¿Y qué, cuál es el problema?
Los votantes de PP y Vox han normalizado los acuerdos de ambos partidos guiados por un objetivo común: sacar a Sánchez de la Moncloa
Si el PSOE y Sánchez creen que agitando el espantajo de los pactos PP-VOX para gobernar ayuntamientos y comunidades restará votos el 23-J al bloque de centro-derecha que ganó las municipales del 28-M , están más confundidos y desorientados por el golpe electoral de lo imaginable.
Ninguno de los votantes de ambos partidos el 28-M dejarán de apoyarlos en las urnas del 23-J por hacer lo que con sus votos demandaron: desalojar el «sanchismo» del poder municipal, autonómico y nacional.
Si por el contrario, con su manida «alerta antifascista», pretenden movilizar a los socialistas en particular y a la izquierda en su conjunto para intentar frenar la inminente llegada de Feijóo a la Moncloa, resulta más lógico, pero creo que la estrategia será insuficiente e ineficaz.
Una vez constituidos los ayuntamientos hoy sábado, el nuevo poder municipal en España es contundentemente favorable al PP y deprimente para el PSOE en una proporción que multiplica por tres los gobiernos locales que tenían los populares mientras los socialistas pierden más de la mitad de los ayuntamientos que gobernaron en la anterior legislatura.
Me pregunto cuántos de esos exalcaldes, exconcejales, militantes y familiares o amigos, que han perdido la gracia del poder y sus innegables ventajas van a movilizarse en favor de Sánchez, a quien culpan de sus derrotas, para salvarle su trasero y mantenerlo otros cuatro años más en la Moncloa, por más alertas antiderechistas que activen.
De los perpetradores de pactos políticos infames e indignos con el populismo comunista, el independentismo y los herederos del terrorismo etarra, se multiplican estos días las sobreactuadas e hiperventiladas manifestaciones de ministros que proclaman su «sobrecogimiento por la foto del pacto vergonzante de Valencia» o advierten de una supuesta «inquietud creciente en Bruselas por la decisión de Feijóo de gobernar con Vox» e incluso apelan a la «hipocresía de acordar políticamente con una persona condenada por violencia psicológica contra la mujer», en referencia al candidato valenciano de Vox, Carlos Flores, mientras olvidan que Jesús Eguiguren, dirigente del PSE-PSOE y presidente del partido en Guipúzcoa durante doce años, no fue apartado ni reprobado a pesar de haber sido condenado también por agredir físicamente y de manera reiterada a su mujer. A eso se le llama falsedad o desvergüenza descaradas.
Supongo que muchos ciudadanos se sentirán tratados como estúpidos cuando desde el PSOE, de esta forma tan hipócrita, les conminan a que reprueben gobiernos del PP con la ultraderecha mientras gobierna y ha gobernado con la extrema izquierda comunista, independentista y bilduetarra.
Los votantes de PP y Vox han normalizado los acuerdos de ambos partidos guiados por un objetivo común: sacar a Sánchez de la Moncloa. Qué más da que el gato sea blanco o negro cuando se trata de que cace ratones, según el pragmático proverbio chino también atribuido a Deng Xiaoping y hecho suyo por Felipe González.
Parafraseando a Adolfo Suárez, estos pactos, inevitables si el PP quiere gobernar con sus mayorías insuficientes, suponen elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle entre los votantes de ambos partidos es plenamente normal.
Ahora de lo que se trata es de hacer las cosas bien, sin estridencias y personalismos o, lo que es lo mismo, sin dar la nota, y gobernar, solos con apoyo externo o en compañía, atendiendo al interés de la gente que sólo reclama nada más, y nada menos, cosas tan lógicas como mejorar la economía y el empleo además de la sanidad y la educación en libertad; recuperar el respeto y prestigio de las instituciones y organismos públicos, y, sobre todo, no despilfarrar esfuerzos y dinero de nuestros impuestos en proyectos ideologizados y en políticas sectarias que sólo sirven, como se ha visto, para dividir y enfrentar.