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El puntalAntonio Jiménez

De Casa Manolito a El Portichuelo

Por el derrotado en las elecciones del 23-J, Sánchez el perdedor, que nadie dude que se humillará hasta límites insospechados con tal de conseguir sus votos para investirse

Actualizada 01:30

Las fotos, aparentemente «robadas», del «pichi» Sánchez por Marruecos, tocado con esa gorra de chulapo, nos indican que el personaje goza, supuestamente, de una tranquilidad de ánimo envidiable ajeno al «brown» político que nos dejaron las urnas y que él se ha encargado de envenenar aún más con sus previsibles acuerdos de gobierno.

Todos cuanto ponderan la figura del «pichi» marroquí, su «baraka» y resiliencia políticas, parecen olvidar que su único mérito reside en hacer posible todo aquello que los demás dirigentes políticos socialistas rechazaron y despreciaron por decencia y principios, esos que él nunca tuvo, como negociar y acordar con partidos que quieren separar sus predios electorales del resto de España o que representan la correa de transmisión de unos pistoleros encapuchados que años atrás también pretendieron romperla con tiros en la nuca de inocentes y bombas en los bajos de sus automóviles.

Digo que si Felipe González hubiera pactado con los comunistas de IU, los nacionalistas de la entonces CiU y PNV, más los independentistas de ERC y los filoterroristas de Herri Batasuna, como ahora hace Sánchez, Aznar jamás habría llegado a ser presidente del Gobierno y Felipe aún estaría en la Moncloa.

Sánchez ha cambiado ideales y valores políticos por puro pragmatismo personal y ha entendido siempre que su permanencia en la Moncloa pasa por sumar apoyos más allá de los límites que impone el sentido de Estado e incluso, si hace falta como veremos, por ponerse de hinojos ante un delincuente y prófugo de la justicia en Waterloo, sin importarle el qué dirán, ni las consecuencias de sus pactos con toda esa suerte de «puerto de arrebatacapas» político que constituyen sus socios y aliados a los que ha decidido entregar el presente y futuro de la gobernabilidad de España.

Resulta difícil de digerir y democráticamente cuestionable , por más legal que sea, que partidos que apenas representan al 7 por ciento del conjunto de los españoles,(ERC, Junts, Bildu, PNV y BNG) y que suman 26 de los 350 escaños del Congreso decidan la gobernación de España y la suerte política del 93 por ciento del resto de los ciudadanos.

A caballo entre las playas de Cádiz y Huelva, reponiendo fuerzas en sus muchos y reconocidos fogones diariamente surtidos de una inmejorable fauna atlántica, desde Casa Manolito en Puerto Real a El Portichuelo en Huelva, en plenas Fiestas Colombinas, no se habla de otra cosa en este incierto «ferragosto» político que no sea sobre los resultados endiablados que nos dejaron las urnas y la inevitablemente resignación de otros cuatro años más de «sanchismo», salvo que Puigdemont se niegue a apoyar al perdedor de los comicios, convencido de que más pronto que tarde sería otra víctima más de sus imposturas y promesas incumplidas.

Por el derrotado en las elecciones del 23-J, Sánchez el perdedor, que nadie dude que se humillará hasta límites insospechados con tal de conseguir sus votos para investirse.

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