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La anomalía política española

No comparto el aprecio general de la existencia de partidos bisagra. No constituyen ningún límite al poder, sino más bien un camino para convertir la política en un zoco

Actualizada 01:30

España es caso único en la política de las democracias. Un Gobierno de Frente popular con el apoyo de los separatistas que aspira a apropiarse para siempre del poder y excluir a la derecha. Cabe preguntar: ¿cómo hemos llegado a esta inmensa, terrible anomalía?

Se trata de una concatenación de trágicos errores. Entre ellos destacan los siguientes. El conjunto del voto de los españoles está muy lejos de ser el mejor de los posibles. Todos los que pensamos que el resultado electoral del 23 de julio es un desastre para España tenemos que admitir que el conjunto de las decisiones de los electores fue también un desastre. Son la misma cosa. Pero casi nadie se atreve a declarar la responsabilidad del pueblo español. La justicia de la democracia no garantiza que todas las decisiones democráticas sean justas. El pueblo no siempre decide noble e ilustradamente. Quizá casi nunca. La democracia incluye el derecho del pueblo a equivocarse y a decidir en contra de sus intereses. Si todos nos podemos equivocar en nuestras decisiones, ¿por qué habría que excluir de la posibilidad del error el acto de votar y pensar que un conjunto de decisiones falibles sea infalible y que la mayoría vota «ex cathedra»? El resultado electoral del PSOE, de Bildu, de Esquerra republicana, del PNV, de Sumar y de Junts es asunto más de diván psicológico que de análisis político. Especialmente relevante para conocer el estado intelectual de buena parte del pueblo español es la fascinación que ejerce sobre ellos Yolanda Díaz. O los saltos obscenos de una vicepresidenta del Gobierno que parecía celebrar la canasta decisiva de Pedro Sánchez en el último segundo. No me puedo imaginar a Fuentes Quintana expresando de esa guisa el «triunfo» electoral. Mala cosa es que bailen y aplaudan los necios. No sé si cada pueblo tiene el Gobierno que se merece, pero muchos españoles no nos merecemos este. Nos están empujando otra vez al ejercicio de un «patriotismo del dolor».

No comparto el aprecio general de la existencia de partidos bisagra. No constituyen ningún límite al poder, sino más bien un camino para convertir la política en un zoco. La mayoría de las democracias mejores y más estables carecen de ellos. Pero lo que es aberrante es que la bisagra esté constituida por partidos separatistas. Pero de esto ya no tiene la culpa el pueblo español, sino una extraviada ley electoral. Nadie la quiso cambiar y ahora nos precipitamos hacia el suicidio nacional. Y también un presidente del Gobierno que llega al envilecimiento de arrebatar el poder a los ganadores con los apoyos de los destructores de España.

La actuación de la derecha merece quizá un comentario más detenido. De momento, anticiparé que, aun con este pueblo y con esta ley electoral, habría ganado si no hubiera cometido algunos graves errores. Existen algunas circunscripciones, pocas, quizá no más de ocho, en las que la derecha sólo puede obtener un escaño si va unida. Y no lo han hecho. Se dirá que lo que digo es una ingenuidad porque cómo van a ponerse de acuerdo los que se están peleando. Pero ese es precisamente otro error: la reyerta permanente. Otros, la pésima campaña electoral, la ausencia de Feijóo en el debate de Televisión Española, el espectáculo preelectoral de las negociaciones en las comunidades autónomas, especialmente en Extremadura. No dudo de que el PP y Vox y sus dirigentes sienten la vehemente necesidad de que Sánchez abandone el poder, pero no sé si lo son de que no se trata de derribar un pésimo Gobierno, sino de superar una situación de emergencia nacional, una crisis política como no la ha vivido España en tiempos democráticos. Algunos quizá puedan consolarse con el hecho de que el orden del podio haya sido: PP, PSOE, Vox y Sumar. Pero España no puede.

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