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HorizonteRamón Pérez-Maura

¿Y si todo fuera al revés?

Sánchez aspira a empezar a reconstruir su base política como un rival de los independentistas. O al menos a volver a ir a las urnas sin poder ser acusado de depender de ellos

Actualizada 09:32

Vivimos días de incertidumbre. Las tertulias de las vacaciones giran sin parar sobre una situación que no tiene solución aparente. Yo he dicho reiteradamente que Sánchez volverá a gobernar porque es capaz de vender a sus seres más queridos con tal de mantenerse en la Presidencia del Gobierno. Pero empiezan a vislumbrarse otras posibilidades.

Cenando el pasado fin de semana en lo que llaman Biarritz (es decir, no era Biarritz sino Arcangues) con un grupo de españoles y franceses, un compatriota que ha sido dos veces secretario de Estado en dos gobiernos distintos del PP y un banquero ya retirado, ambos bien informados y con intuición, apostaban a un escenario distinto. En Ferraz ya saben que el precio del pacto con los independentistas va a ser altísimo. En Junts crece el sector partidario de no permitir que Gobierne Sánchez, que es una forma de decir que quieren cobrar un precio más alto. Así que según esta teoría Sánchez se estaría dando cuenta de que tras el infierno que ha sido para él esta legislatura, lo que tiene por delante puede ser mucho peor.

En estas circunstancias el escenario sería que Feijóo sea candidato y sea derrotado. Ahí empezaría a correr el calendario y el Rey daría a Sánchez un nuevo mandato. Pero Sánchez dejaría correr el reloj y acabaría renunciando, tras aducir que no puede ceder ante las demandas de los independentistas. Es cierto que en esta hora podría ser derrotado en cualquier caso, porque si Junts vota en contra no hay nada que hacer. Y para imponerse con la abstención de Junts tiene que comprar también el voto de Coalición Canaria. Una juerga.

En este escenario Sánchez aspiraría a empezar a reconstruir su base política como un rival de los independentistas. O al menos a volver a ir a las urnas sin poder ser acusado de depender de ellos. Hasta aquí la teoría es perfecta. La práctica suele ser un poco más complicada. Sánchez parece tener un techo electoral situado en los 123 escaños. Esta vez 121. A 123 llegó sin haberse echado en brazos de Podemos ni de los independentistas. En 121 se ha quedado en compañía de ambos. Es decir, no parece que le haya representado un alto coste. Y no olvidemos cómo el 23-J salió a la tribuna de la calle Ferraz a proclamarse el ganador de las elecciones como cabeza de una coalición en la que estarían integrados todos esos partidos a los que quizá ahora no quiera tanto. Insisto en que hay que guardar para la historia la imagen de la vicesecretaria general del PSOE y ministra de Hacienda celebrando la «victoria» pegando saltos en la tribuna y levantando el puño. Mientras la multitud reivindicaba el guerracivilismo gritando «¡No pasarán!»

Quizá en esta hora Sánchez se esté dando cuenta que es mejor «vender a su madre» que aceptar los costes de una coalición como la que necesita. Me cuesta creerlo. Pero a él las apuestas políticas no le han salido mal hasta ahora. Y con su brunete mediática Sánchez puede arrancar unos cuantos escaños en su bloque y presentarse ahora como defensor de la unidad de España. Claro que a ver cómo afecta eso a su granero catalán, que es vital para él.

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