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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La ley de la selva

En dos días comienza la farsa. Esta Liga apenas interesa. No puede apasionar lo que se sabe está podrido y endulzado en la capa por los máximos responsables del fútbol español

Actualizada 01:30

Se trata de unos graves delitos de estafa y soborno continuados durante veinte años, o más. Pero en España, en todos los sectores de su vida pública, se ha superado la ley de la selva, que es una ley correctísima comparada con las leyes incumplidas, malheridas y zarandeadas, con el apoyo y humillación de los altos tribunales, en nuestra sociedad. Da lo mismo que los presumibles delincuentes presidan o gestionen un club de fútbol, que un tribunal, que un partido políticos, que unos sindicatos que una ideología que ha asesinado a más de 100.000.000 de seres humanos durante el uso de su poder. Nada nos afecta. Hoy he leído con distancia –el personaje es aburridísimo–, una entrevista al presidente de la Liga de Fútbol, Javier Tebas, en el diario El Mundo. Espero no herir su sensibilidad si me aventuro a escribir que sus palabras tienen el mismo sentido y aspecto que él. Muy malo. Pero es lo que predomina en España, lo malo, lo oscuro, lo sometido, lo recompensado… Lo cierto es que más que sus respuestas he centrado mi interés en las preguntas, muy medidas, correctas, cariñosas e incluso, masajistas. Y sólo me he detenido en una respuesta. La correspondiente a la siguiente cuestión: «¿Qué opina del escándalo Negreira?». Un escándalo como el de Negreira, en cualquier país del mundo, incluidos Swazilandia y las Islas Cocos, ya habría albergado en las cárceles a los autores del soborno durante veinte años o más, de algunos árbitros españoles. Ya habrían declarado y puestos a disposición de la Justicia los árbitros sobornados. Y los dirigentes del fútbol español que han permitido la larga y encadenada comisión del delito mientras se tocaban el violón. Tebas forma parte del horizonte oscuro de la sospecha, y lleva más de un año intentando por todos los medios ocultar el delito y alentar el olvido. La respuesta de Tebas es la que sigue: «Cualquier problema de reputación que afecta al fútbol también afecta a la Liga, aunque no seamos responsables. Hemos actuado y realizado los controles pertinentes acorde a nuestras competencias». Una respuesta contundente y clara al mayor escándalo de la historia del fútbol español y europeo. La respuesta de Tebas es la de un caradura. Lo de Negreira y el Barcelona no es un problema. Es un delito. No sólo afecta al fútbol y a la Liga. También le afecta a él y a su antaño enemigo, y hoy pareja de baile, Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Tanto el uno como el otro son responsables, no por inacción e indolencia, sino por permanecer callados durante años a sabiendas de la corrupción más nauseabunda del futbol español. Y la frase final, «hemos actuado y realizado los controles pertinentes acorde a nuestras competencias» es digna de la mejor película de los Ozores, Esteso, Juanito Navarro y Florinda Chico. Por otra parte, Tebas se lleva a las mil maravillas con Roures, el dueño del VAR y propietario de una parte del Barcelona, y ahí y así están casi todos, porque no había mencionado a Medina Cantalejo o Medina Cantaleix, el sumo sacerdote de los árbitros distraídos.

En dos días comienza la farsa. Esta Liga apenas interesa. No puede apasionar lo que se sabe está podrido y endulzado en la capa por los máximos responsables del fútbol español. No obstante, nada ocurrirá. Se han puesto de acuerdo para que la mentira y la trampa sobrevuelen al deporte y la limpieza. Y ese tipo de acuerdos resulta más que sospechoso, porque sus rendimientos siempre son los mismos.

Que no se juegue, que gane el Barcelona , y nos ahorramos todas las tonterías y trampas posibles y probables.

Hasta que se vayan los clubes decentes a la Superliga europea.

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