El suicidio del PNV
En realidad, a los vascos, aunque los romanos pasaron de largo, siempre les gustó mucho España, pero el PNV parece encaminarse al abismo
De aquí al 26 de septiembre, día en que comenzará el pleno de investidura de Feijóo, pueden ocurrir muchas cosas. Incluso que el PNV reoriente su estrategia, y apoye al PP como lo hizo con Aznar y Rajoy, aunque a este último lo traicionó finalmente. Como dijo en su día Arzalluz: «Ahora comienza el gorjeo de las aves que se quieren aparear». Todo va a depender de si en el partido que gobierna el País Vasco se impone la línea posibilista y moderada o si, por el contrario, las ensoñaciones independentistas les hacen colocarse en la carrera hacia el abismo en el que se encuentran los de Bildu. Recuerden: aquellos que vivían en la política del tiro en la nuca.
El futuro electoral más próximo de los vascos puede llevarlos a un gobierno de coalición entre Bildu y los socialistas. Es decir, serán gobernados por la izquierda extrema y la extrema izquierda. Como ahora no sabemos muy bien qué es el PNV, hasta puede sumarse a esa gran alianza. Todo menos entenderse con el resto de España de la que ellos forman parte, lo quieran o no. El entendimiento entre los filoetarras y los del PSOE va en la dirección menos deseable, pero a quien más va a perjudicar esa entente será al PNV. Salvo que haga un replanteamiento y acaricie la victoria desde el otro ángulo del espectro político.
El PNV debería reflexionar acerca de a dónde quiere llevar a la sociedad vasca. Los indicadores económicos no son nada buenos en los últimos meses en esa tierra. Pero peor es la tendencia de bajísima natalidad que van sustituyendo por una población inmigrante que cuando procede de África no parece quererse integrar, al menos como lo hacen los hispanoamericanos. La multiculturalidad cada vez es más compleja en Europa; en Bilbao, por supuesto, también. La libertad religiosa de nuestro país garantiza a los musulmanes sus ritos, pero las experiencias de Francia y Bélgica no auguran nada bueno para Vitoria o San Sebastián. Pueden los vascos, y sobre todo sus políticos, mirar para otro lado, pero su realidad es la que es.
Como también es real que a los vascos les gustan los toros, jugar la Liga, veranear en Cádiz y Málaga, vivir de vez en cuando en Madrid, hacer negocios con el resto, presidir grandes compañías españolas e incluso hacer el Camino de Santiago. En realidad, a los vascos, aunque los romanos pasaron de largo, siempre les gustó mucho España, pero el PNV parece encaminarse al abismo del suicidio, ya que ha querido colocar ante sus ojos el odio, lo que le impide ver esa carrera ciega, como en su día escribió Pascal sobre los hombres y Dios.