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La dictadura no usa el tren

La norma no es para ellos sino para sus administrados, al igual que el Código Penal. El separatismo puede delinquir y malversar, pero ay de ti como te tuerzas en la Declaración de la Renta, que vas p'alante

Actualizada 02:30

Han pasado ya tres días desde que PSOE y Sumar presentaron su acuerdo de Gobierno y aún no me ha bajado el azúcar en sangre. No hay organismo que soporte la diferencia entre el pacto del abrazo con Pablo Iglesias (bajo cuya coleta se intuía ya el puñal) y el pacto del arrumaco junto a Yolanda Díaz, que da mucho mejor en cámara que el fundador de Podemos.

En el acto en que Pelanda Sánchez y Yolandro Díaz protagonizaron en el Reina Sofía, hubo tres grandes anuncios. El primero, que se quieren mucho. El segundo, que vamos a trabajar menos cobrando lo mismo; y el tercero, que quieren reducir aquellos vuelos que tengan una alternativa en tren que dure menos de dos horas y media.

A pesar de lo sencillo que era resumirlo, Yolandro Díaz se confundió y dijo que iban a reducir los vuelos de más de dos horas y media, que suena parecido pero no es igual. Esto le provocó a AENA una pérdida de 600 millones de euros en un par de horas, lo cual tiene bastante mérito y da buena medida de su incompetencia. Ni el ludópata más irredento palmaría tanta pasta en una sola tarde.

Lo peor del anuncio es que nos ha confirmado que la dictadura no usa el tren. En las últimas 48 horas, dos diputados de Sumar han asegurado que Yolanda Díaz no tendría por qué dejar de hacer vuelos cortos alegando que tiene las responsabilidades de «cualquier jefe o jefa de Estado». Es decir, que la norma no es para ellos sino para sus administrados, al igual que el Código Penal. El separatismo puede delinquir y malversar, pero ay de ti como te tuerzas en la Declaración de la Renta, que vas p'alante.

Superada la anécdota de los aviones, que aún tendrá que salir del Consejo de Ministros, lo mollar del asunto sigue siendo la amnistía. Desde el PSOE y Sumar argumentan estupendos que «es la hora de la política», una frase que suena bonita pero que resulta aterradora, pues da a entender que la posición de un político (poder legislativo) es mucho más valiosa que la de un juez (poder judicial). A eso súmale que no sé qué méritos intelectuales o laborales ha contraído Patxi López por encima del juez Manuel Marchena, que al menos tiene una oposición.

La segunda frase espantosa en todo este proceso la escuchamos a menudo en las tertulias. Sesudos comentaristas atiborrados de Borgen aseguran que «la clave para sacar la amnistía estará en la exposición de motivos». Es decir, que el articulado de la ley es lo de menos, y que si cuentas con un juez afín (Conde-Pumpido) y un diputado con buena prosa (quizá Bolaños) lo tienes hecho para malear la Constitución a tu gusto.

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