Dignidad perdida
Juan Manuel de Prada, a quien Umbral llamaba José Manuel Pradera, es ducho en repartir, otorgar y borrar dignidades humanas. Nació como es en la actualidad. A los dos años, su aspecto era similar al que hogaño luce. Y esa falta de edad, concede una erudición doctrinal portentosa
La dignidad, como el honor, no son recuperables cuando se pierden. «El vidrio y la dignidad del hombre no tienen más de un golpe», como dice el Refranero. Y de la noche a la mañana me he visto despojado de mi dignidad. Me la ha quitado Juan Manuel de Prada.
Un amigo me ha informado de ello. En una charla, o conferencia, o mesa redonda organizada por la SER –creo-, Juan Manuel de Prada –in video veritas–, lo ha dicho con esa rotundidad sólo reservada para los grandes. «La derecha se está cargando con un pack –sic–, que nadie puede asumir. Ninguna persona con un mínimo de dignidad humana puede asumir lo que está haciendo Israel, y es una vergüenza que la derecha haga reproches a lo que ha dicho Sánchez hoy». Me he convertido, pues, en un hombre indigno. Ignoro si mi dignidad humana era máxima o mínima, porque la dignidad no se mide ni se pesa. Se tiene o no se tiene. No se conocen categorías ni tamaños en la dignidad. Pero no me atrevo a poner en duda la justicia de quien tiene en su mano la capacidad de arrebatármela. Acudamos a la modestia. Mi dignidad humana era mínima, según el baremo de Prada. Pero Prada me la ha borrado. Mal de muchos, consuelo de tontos. Conmigo, han perdido la dignidad humana millones de españoles. He cargado de deshonor mi pack, peck, pick, pock y puck, escrito sea en el bello lenguaje que Prada utiliza.
Voltaire estaba orgulloso y era muy dueño de su dignidad humana. «No vivimos más que dos días; no vale la pena pasarlos arrastrándose ante despreciables bribones». Y Azorín describe, con holgada anterioridad al nacimiento del escritor de Baracaldo afincado en Zamora, a nuestro Gran Maestre de la Orden de la Dignidad, Juan Manuel de Prada: «El profundo sentido de la dignidad humana, dignidad que heroicamente atropella por todo, siempre impone. No hay fuerza más alta en el mundo que la del espíritu encarnado en un hombre entero».
Juan Manuel de Prada, a quien Umbral llamaba José Manuel Pradera, es ducho en repartir, otorgar y borrar dignidades humanas. Nació como es en la actualidad. A los dos años, su aspecto era similar al que hogaño luce. Y esa falta de edad, concede una erudición doctrinal portentosa. De ahí que evite su conmiseración rogándole que me restituya mi mínima dignidad humana. Desde que se produjo el brutal ataque terrorista de Hamás a Israel he escrito y mantenido que Israel tiene todo el derecho a defenderse. Su defensa nos defiende a todos los occidentales, tengamos o no un mínimo o un máximo de dignidad humana. Y el papel que ha interpretado Sánchez en su visita relámpago a Israel, no ha sido malo, sino penoso, estúpido y marcado por una clara tendencia de simpatía hacia Hamás. No me refiero a los palestinos, sino a Hamás, el ejército terrorista más poderosamente armado del mundo, con la colaboración de Irán, de Rusia, de Siria, de Qatar y de «las ayudas humanitarias» de la Unión Europea. Por ello, y porque así lo creo y siento, declino mi solicitud de recuperar mi mínima dignidad humana demandando la generosa amnistía que podría concederme Juan Manuel de Prada. Quedo orgullosamente indigno, pero siempre a su disposición, como está obligado todo ser inferior ante una superioridad máxima de dignidad y decoro como la que representa, así en el cielo como en la tierra, el sutil y hermoso escritor de Baracaldo.
Y chimpón.