La X de la Iglesia, también a los sindicatos y a Sumar
En lugar de quitársela a los curas, que se la pongan a ellos, a ver qué pasa
Todos los partidos tienen su retén de emergencia, que a menudo actúa como el tonto de guardia, especialmente en las ocasiones más insignes si caen en festivo católico.
Un discurso del Rey puede ser muy importante, como éste de Nochebuena, pero no lo suficiente para que se salten su descanso quienes lo disfrutan gracias a la Navidad, aunque ellos solo celebren las fiestas del final de otoño, el precioso eufemismo que nunca improvisarían para referirse al Ramadán.
Así ha salido a buscar sus minutos de gloria una tal María Teresa Pérez, en nombre de Podemos, para anunciar que Felipe VI será el último Rey porque «somos un pueblo digno» frente a una Constitución que «otorga privilegios a una familia». No como a ella, que fue diputada y directora de algo de los jóvenes por aclamación popular, aunque fuera Pablo Iglesias quien técnicamente la nombrara, interpretando con su visión social arácnida ese indudable clamor.
Pero el mejor tonto de guardia, o tonta, ha resultado ser otra tal Marta Lois, que en apenas unos días como portavoz de Sumar ya ha demostrado su capacidad para brindar grandes tardes de gloria y la solidez de la inagotable cantera de la izquierda radical española: cuando pensabas que Echenique o Montero eran los Messi y Ronaldo del populismo y que tardaríamos milenios en encontrar dignos sucesores, Sumartirio da un manotazo en la mesa para despejar las dudas y saca a paseo a un espécimen a la altura de la mítica saga de lumbreras.
La gallega susodicha ha aprovechado la festividad de la Natividad para exigir la desaparición de la X de la Iglesia entre las casillas optativas de la declaración de la renta, lo que ya de entrada denota un cierto mal gusto: seguramente hay días mejores que el cumpleaños de Cristo para crucificarlo fiscalmente, como los hay para decir que Machado era mejor que Rosalía (que no lo era) en cualquier momento menos en la festividad de las letras gallegas.
Es la gran idea de Lois, antigua concejala de otra de esas mareas llamada «Compostela aberta» que ha puesto de alcaldesa a una nacionalista de nombre santo y decisiones infernales: Goretti ya ha conseguido superar alguna de las gestas de la legendaria Malvada Colau, como suprimir el Himno Nacional en algunas celebraciones oficiales de esa joya tan española que es Santiago, el nombre que gritaban las tropas cristianas para poner a las tropas moras mirando a La Meca en las Navas de Tolosa.
Según la tesis de Sumartirio, que ahora expone Lois en su condición de tonta de guardia pero siempre lo hará Yolanda Díaz como titular del tontódromo, no es bueno dejarles a los contribuyentes que decidan dónde va una ínfima parte de su dinero, no sea que elijan a esa Iglesia perversa y ésta dilapide el dinero en obras sociales que, bien gestionado, daría para organizar más talleres de pintarse el toto, aprender el lenguaje inclusivo, adentrarse en el universo vegano, charlar con Juana Rivas o luchar contra el fascismo.
Los curitas y las monjitas atendieron el año pasado a casi 4 millones de ciudadanos desfavorecidos en alguno de sus casi 9.000 centros sociales y asistenciales distribuidos por toda España, que consumieron buena parte de los 358 millones recaudados por la institución gracias a la decisión voluntaria de los contribuyentes de marcar la casilla correspondiente.
Todo el mundo conoce un comedor de Cáritas, una residencia para mayores sin recursos o un centro para ese tipo de vulnerables cuya correcta descripción va a impulsar una reforma de la Constitución, quizá en legítima defensa de sus promotores. Que mañana puede acabárseles el chollo.
Pero nadie ha visto uno de Sumar, de Podemos, del PSOE, de UGT o de CC.OO, que no tienen casilla en el IRPF para jugarse el tipo como la Iglesia: más que quitarles la X a los curas, habría que ponérsela a los rogelios, a ver cuánto recaudan por hacer el tonto en jornada continua. Que de eso, Dios mediante, nunca libran.