La vergüenza de España
Una característica de este tiempo es que vemos cómo se va produciendo un goteo de personalidades de la izquierda que van moviéndose hacia el centro y la derecha, abandonado su partido o siendo expulsados de él
Uno de los grandes frutos del sanchismo es la polarización que ha generado en España: hoy es un país roto como no lo estaba desde la Guerra Civil española. Hoy media España no se habla con la otra media. Vivimos de espaldas unos a otros. Un amigo mío, hombre de buena posición económica y que ha tenido una larga carrera de ejecutivo en grandes compañías españolas, y tiene algo más de setenta años de edad, me decía esta semana que él tiene un grupo de cinco amigos que se reúnen desde hace décadas y que ahora han tenido que excluir a uno de ellos que es socialista. El amigo, un hombre formado, ha votado al PSOE desde 1977 y siempre pudieron debatir y discutir. Pero ahora se ha vuelto un radical que apoya al sanchismo contra cualquier argumento que se le dé. Niega que haya incoherencias, ni mentiras y cree que Sánchez es lo mejor que le ha ocurrido a este país. Los otros cuatro amigos prefieren reunirse sin él por la tensión que provoca su presencia.
Hace años, en la Transición y después, no era tan extraño encontrarte con personas que leían tres o cuatro periódicos. Mi mujer cuenta que en casa de sus padres en la segunda mitad de la década de 1970 entraba cada día más de media docena de cabeceras entre las que solían estar El País, ABC, Diario16, YA, Pueblo, Informaciones, El Alcázar o El Imparcial. Ahí había una pluralidad de líneas editoriales. Y en ese tiempo de transición había interés en ver y saber lo que opinaban los contrarios. Hoy en día esa inquietud prácticamente ha desaparecido de la vida pública española. Quienes leen más de un diario, casi siempre ya en soporte digital, suelen nutrirse de los varios que tienen una línea editorial con la que sintonizan y casi nunca leen uno que no reafirme sus ideas. Y eso hace que esta polarización sea un diálogo de sordos. Aunque los datos de audiencia de El Debate sean espectacularmente buenos, creo que son pocos los votantes del sanchismo que nos leen y puedan motivarse a reflexionar.
Desde un periódico como éste se puede llamar la atención de cómo el PSOE ha perdido la democracia interna que le caracterizó en la Transición bajo Felipe González, cuando un ala izquierda del partido nucleada en torno a personajes como Pablo Castellanos o Luis Gómez Llorente levantaban la voz y se oponían al secretario general. Ahora lo más que vemos es a Emiliano García-Paje hablando ante las cámaras, no en los órganos del partido.
Sí es cierto que una característica de este tiempo es que vemos cómo se va produciendo un goteo de personalidades de la izquierda que se mueven hacia el centro y la derecha, abandonado su partido o siendo expulsados de él. Los ejemplos están en la mente de todos: Nicolás Redondo, Joaquín Leguina, Paco Vázquez, Eligio Hernández… En cambio, es casi imposible encontrar un ex dirigente del PP de una mínima relevancia que haya hecho el recorrido contrario. Yo creo que el último fue hace 38 años, Jorge Verstrynge, el padre de Lilith a la fuga.
Frente a este déficit democrático, nos encontramos a diario con la risita de Félix Bolaños, a quien con razón Carlos Herrera ha bautizado «Gracita Bolaños», que es la más contundente manifestación de la vergüenza de España que ya es una democracia enferma. Para recochineo de Bolaños.