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Desde la almenaAna Samboal

Baño de realidad

Al ritmo que vamos, la ley de amnistía, que, para ser honestos y sinceros, tendría que denominarse ley Puigdemont, no llega a tiempo ni a la campaña

Actualizada 12:45

Por más que se empeñen los pretendidos filósofos de la política en hacer pasar por realidad sus meros caprichos o necesidades particulares, con el fin de convertir la pretendida realidad en verdad a ojos de los ciudadanos, los hechos suelen ser tozudos. Y, si te resistes a enfrentarlos, acaban propinándote un bofetón en la cara. Es lo que esta semana han experimentado los compañeros de Teresa Ribera, aunque, en España, el tortazo amenace a Luis Planas.

Hace ya un par de años que, en los despachos de Bruselas, diseñaron el New Green Deal. Un proyecto que, sobre el papel, firmaría cualquier votante comunitario: un espacio verde, limpio, idílico… Y una economía bajo amenaza de muerte súbita por colapso de directivas… Porque, seguramente, toda la industria textil estaría dispuesta a hacerse cargo de cualquiera de sus prendas hasta el final de su vida útil, tal y como obligará la norma. Pero no puede hacerlo de la noche a la mañana, dado que requiere de una transformación industrial y genera un coste que el consumidor no quiere y tal vez tampoco pueda pagar. Otro tanto ocurrirá con el reciclado y reembolso de los envases al que se verán abocadas en breve las grandes superficies. El objetivo puede ser loable. La estrategia, a la que la Unión se juega nuestra ventaja competitiva en el mundo, podrá ser acertada. Pero no es viable. No, al menos, en los plazos que con escuadra, cartabón y antifaz han fijado en las plantas nobles. Más si, para colmo, obligan a los empresarios a competir con el resto del mundo en condiciones desiguales. Europa no es un planeta en el centro de su propio universo, como algunos tienden a pensar.

La estrategia ha saltado por los aires cuando el eslabón más débil del engranaje ha dicho ¡basta! O se ha roto. La agricultura, la ganadería, llevan años avisando de que no pueden soportar costes crecientes, impuestos al alza, normativas restrictivas e imposibles y una remuneración menguante. No se puede levantar un futuro a espaldas de los trabajadores, ni de los ciudadanos, a los que nadie ha explicado las causas ni detallado costes y consecuencias de las políticas que se implantan. Acabamos en el mercado, dilucidando si debemos comprar la sandía africana, mucho más barata que la europea o la del Guadalquivir, supuestamente más sana, pero también más cara. Porque, a lo que viene de fuera, por mor de los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio, no se le impone normativa medioambiental que valga. No sale a cuenta para el consumidor ni le sale a cuenta al productor. Y la gente que trabaja a pérdidas acaba pasándose a la subvención o incendiando la calle.

Los tractores en Francia, Bélgica, Portugal, Alemania o España han iniciado la manifestación y acabarán sumándose otros muchos sectores productivos. La próxima campaña electoral en Europa promete dejar todas las contradicciones y entre la realidad y la verdad política al aire. Sólo cabe la duda de si acabará por presentar candidatura el prófugo de la Justicia española, que, tal y como está la legislación, no podrá recoger acta sin pasar antes por la cárcel. Al ritmo que vamos, la ley de amnistía, que, para ser honestos y sinceros, tendría que denominarse ley Puigdemont, no llega a tiempo ni a la campaña. Es la consecuencia de querer hacer pasar por verdad una realidad que no existe, que se han inventado.

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