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Un mundo felizJaume Vives

Zorras

A la hora de la verdad, nadie quiere que la madre de sus hijos sea una zorra. Y por eso los psicólogos están hartos de tratarlas

Actualizada 01:30

Las consultas de los psicólogos están llenas de zorras y es que, por mucho que las reivindique una canción, a nadie le gusta ser el juguetito de otros.

Las de los puntitos morados tendrían que preguntarse a quién beneficia volver a casa sola y borracha. O vestir como una fulana de carretera. O reivindicar la desinhibición sexual.

A mí me parece que la primera en aplaudir estas soflamas es la jauría de pervertidos que está provocando la pornografía en nuestra generación.

Podrían preguntarse a quién beneficia convertir la maternidad en una sumisión y una carga que la mujer debe evitar negando su naturaleza para poder empoderarse.

A mí me parece que el triunfo de esta idea pone cachondos a un montón de explotadores que ven a la mujer (y al hombre) como un instrumento de producción para engrosar sus cuentas corrientes a costa de un trabajador desvinculado y desarraigado.

Podrían preguntarse a quién beneficia enemistar a la mujer con el varón, sin cuya participación no solo le queda al mundo muy poco recorrido sino que condena a ambos sexos a vivir en guerra permanente y falta de paz total mientras llega la extinción.

A mí me parece que esto les gusta mucho a los mismos explotadores de antes, que consiguen dos trabajadores a tiempo completo, que se convierten además en dos unidades de consumo.

Podrían preguntarse a quién beneficia arrebatar a la mujer toda feminidad para emponzoñarla con un montón de feminismo que la masculiniza, la cosifica y la embrutece.

A mí me parece que vuelven a aparecer en escena los mismos pervertidos de siempre.

Pero a la hora de la verdad, nadie quiere que la madre de sus hijos sea una zorra. Y por eso los psicólogos están hartos de tratarlas, porque cuando ellas caen en la cuenta, muchas veces es tarde y necesitan ayuda.

Pero España es ese país que irá a un festival musical europeo, no solo a hacer el ridículo, sino a entronizar a quienes más eficazmente atentan contra la dignidad y el respeto debidos a toda mujer.

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