Don Mariano
No sólo hemos perdido a seres geniales. Lo malo es que entre unos y otros, se nos ha secado el sentido del humor
Los que vimos nacer la televisión en España veneramos la figura de Mariano Medina, «el Hombre del Tiempo». Al finalizar el Telediario, don Mariano aparecía junto a un pequeño mapa de España, y con un puntero nos acercaba los anticiclones, las borrascas, los días claros, las borrascas y las nubes. Siempre su figura de cintura hacia arriba con su pequeño mapa a la derecha. Aquella TVE, canal único en blanco y negro, tenía curiosos personajes. Walter y sus violines, un húngaro exiliado en España, perseguido por los nazis y posteriormente por los soviéticos. Una pareja «Marianín y Teresita», que eran dignos de una denuncia. Y Jesús Álvarez y Laurita Valenzuela, David Cubedo, y Blanca Álvarez. La serie policial de Broderick Crawford, y las primeras retransmisiones de fútbol con Matías Prats y de toros con Manuel Lozano Sevilla, taquígrafo del Jefe del Estado. Lozano Sevilla escribía las crónicas en los periódicos de los viajes del Generalísimo. Y nadie estaba autorizado a corregir su texto. Un día escribió que al llegar Franco a Málaga, «las campanas doblaron de alegría». José Montero Alonso, Monterito, escritor culto y chispero, llamó desde la redacción del diario «Madrid» al Ministerio de Información y Turismo. «Se trata de corregir un error del texto de Lozano Sevilla. Las campanas repican de alegría, pero no doblan de alegría. Doblan a muerto».
Pero no obtuvo el permiso para la corección, y escribió un epigrama.
Puede serlo de optimismo
Si lo ordena el Ministerio
De Información y Turismo.
Rintintin y el Cabo Rusty, Lassie, y desde Barcelona, Noches del Sábado con Ángel Echenique. Todo era en directo, y los pocos telespectadores que había en aquel entonces asistimos a una escena espantosa. Un acróbata llamado Dimitri subía por unas escaleras apoyado en la cabeza. El maestro Ibarbia, cada vez que Dimitri, con su poderoso cuello, conseguía ascender un peldaño, ordenaba a la orquesta un repiqueteo de tambores. Llegó hasta el final, pero contó mal los escalones. E incitado por los redobles del maestro Ibarbia, Dimitri intentó escalar un nuevo peldaño y se encontró en el vacío. Se dio un morrón descomunal. Fue sacado en brazos de los cámaras y para mí, que en trance de fallecer.
No lo olvidaré jamás.
Tip y Antonio Ozores presentaban un concurso. Cuando volvían a su casa, contaban las antenas de televisión del paseo de La Habana. «Mira, hoy nos han visto ocho familias más que ayer». Y Tip le gastó una broma a Mariano Medina. El concurso se emitía después de «El Hombre del Tiempo». Y Tip, a gatas, mientras don Mariano nos punteaba los anticiclones, borrascas e isobaras, se acercó hasta Mariano Medina, le desabrochó los pantalones y éstos cayeron hasta el tope de sus zapatos. Don Mariano aguantó como pudo la risa, viéndose punteando el mapa en calzoncillos. Esperó que terminara el concurso, y Tip le confesó el motivo. «Sabía, Mariano, que tenías unos muslos preciosos, pero me he quedado corto. ¡Qué muslos, Mariano!». Y se fueron a tomar una copa.
Me pregunto el porqué de los movimientos de las chicas del Tiempo en todas las cadenas. Bailan, se mueven, se ríen, sobreactúan, asustan y con todos los medios que poseen, se equivocan mucho más que don Mariano Medina con su mapita y su puntero.
De haberse atrevido Tip a gastarles la misma broma que a Mariano Medina, habría sido encarcelado. No sólo hemos perdido a seres geniales. Lo malo es que entre unos y otros, se nos ha secado el sentido del humor.