Esos ultras que ganan siempre
La cacareada normalización ha consistido en lo que tenemos ahora, una equiparación de asesinos y víctimas, ambos partes iguales de un conflicto, y un liderazgo en las encuestas del partido ultranacionalista y ultraizquierdista
Hay unos extremistas que ganan siempre, en España y en Europa. Son los nacionalistas, que han logrado ahora la impunidad total para un golpe de Estado, para la malversación y para la violencia. Más de lo mismo. Por ganar, ganan hasta en el lenguaje, empezando por la Real Academia de la Lengua, que, por supuesto, no los incluye entre los ultras, como tampoco a la izquierda extremista. Es impresionante la manera en que los conceptos diseñados por el progresismo dominan el lenguaje oficial: dice nuestra Real Academia que ultra es sinónimo de ultraderechista. O sea, que no hay de eso en la izquierda ni entre los nacionalistas.
Unos tipos que han dado un golpe de Estado, que han malversado dinero público, que han usado la violencia, que se saltan todas las leyes habidas y por haber, que practican la xenofobia contra los que se sienten españoles, que odian a España, que discriminan a quienes quieren estudiar en español, esos tipos son convertidos por enésima vez en los honorables representantes de un conflicto que tenemos la obligación de resolver dándoles lo que exijan. Bien es cierto que esta vez el relato se le cae de las manos al Gobierno de tan ridículo y falso como suena. Pero ahí está de nuevo para adornar el asalto ultra al Estado de derecho, a la libertad y a la igualdad de los ciudadanos españoles.
Y no nos engañemos, el problema lo tenemos en Europa, lo mismo que en España. El relato de la izquierda sigue dominando en Europa Occidental. De ahí la legitimación que la Comisión de Venecia ha dado a ese relato con eso de que la amnistía puede ser válida si contribuye a la «normalización» de Cataluña. O sea que vale dar golpes de Estado, malversar y hasta la violencia si así se normalizan los ultras, es decir, si así se calman y son felices. Que es lo mismo que se ha venido aplicando a la historia de terrorismo y discriminación en el País Vasco. La cacareada normalización ha consistido en lo que tenemos ahora, una equiparación de asesinos y víctimas, ambos partes iguales de un conflicto, y un liderazgo en las encuestas del partido ultranacionalista y ultraizquierdista que sigue justificando el terrorismo. Lo mismo viene la Comisión de Venecia a decirnos que todo estupendo, si la justificación del terrorismo contribuye a la normalización del País Vasco.
El pacto socialista de impunidad con esos ultras ha venido acompañado de la burla del socialismo europeo el fin de semana pasado en Roma. Con Pedro Sánchez llamando a derrotar a la extrema derecha que amenaza el alma europea, mientras gobierna en España con la extrema izquierda y el golpismo nacionalista. A eso le llaman los socialistas europeos la Europa progresista.
¿Esos ultras ganarán siempre? Esa es otra cuestión. Esta vez hay una revuelta social en España como quizá no la habido nunca, si exceptuamos, claro está, la historia de los movimientos sociales contra ETA. Hoy mismo hay una nueva gran movilización social contra la amnistía. Y se percibe claramente un hartazgo, una indignación social, que tendrá efectos tarde o temprano. El relato progresista ha comenzado a resquebrajarse. Llamar normalización a la violencia, a la malversación y al golpe de Estado es excesivo incluso para la infinita paciencia de los españoles con el nacionalismo ultra.