Sánchez & Gómez, Sociedad Filantrópica
¿Incompatibilidad entre el presidente que aprueba el rescate y la esposa a la que financian los rescatados? Puro machismo, suponer tal cosa
No es nuevo. Felipe González hizo diputada a su entonces señora, con la misma frescura con la que Calígula hacía cónsul a su caballo favorito. Y a quienes entonces sospechamos no demasiado elegante la decisión, nos cupo el honor de ser tachados de «machistas». ¿A ver por qué una dama tan lista y tan preparada como la esposa del ungido no iba a ser la más idónea para cualquier cargo? Sí, claro. Y ¿a ver por qué no iba ser un corcel tan noble como Incitatus veinte veces más sabio que todos los cónsules de la historia romana juntos? En los años que siguieron, la práctica se hizo contagiosa. Y transversal. Hasta uno hubo que se dio el lujo de poner a su cónyuge de ministra.
Pedro Sánchez ha llevado la cosa con más soltura. No ha transubstanciado a su esposa en diputada. Ni en ministra. Ni siquiera en alcaldesa o senadora. Ha propiciado sólo una bonita carambola. Aleatoria, por supuesto.
Carambola. Air Europa pega un pelotazo de nada: total, ¿qué son seiscientos millones de euros? Paga el Gobierno: barra libre. Algo, se me ocurre a mí, que tendría que haber dicho la UE acerca de ese modo de fundir pasta. Pero a la UE no parece interesarle mucho la tonta nadería de que sea esa misma empresa, pulcramente beneficiada, la que haya financiado, con idéntica pulcritud, la mutación de doña Begoña Gómez en regente catedralicia de un enigmático «África Center», a cuya financiación venía cotizando la benevolente empresa rescatada por la filantropía marital. ¿Quién, sin malas intenciones, podría censurar un tan equitativo trueque de bondades?
¿Incompatibilidad entre el presidente que aprueba el rescate y la esposa a la que financian los rescatados? Puro machismo, suponer tal cosa. Y, para certificarlo, está la Oficina de Conflictos de Intereses. ¿Que la tal oficina depende del Gobierno presidido por el esposo de la esposa? Malevolencias. La ausencia de título alguno para dirigir lo que fue presentado como una «cátedra», no va a impedirle a alguien de tal relevancia pontificar la noble tarea de «promover la innovación, el liderazgo ejecutivo, el emprendimiento y el desarrollo de proyectos de acción social en el continente» africano. ¿Que Gómez no tiene cualificación académica que se ajuste a misión tan excelsa? ¿Tuvo acaso alguna vez Sánchez una tesis doctoral de propia mano? ¿Fue ello obstáculo para su grandeza? Minucias, minucias todo.
Queda la vía penal. Veremos si alguien la utiliza. Por lo que podría ser un caso de prevaricación ostentosa. Si es que el señor presidente no decide extender antes a toda la magistratura la servidumbre con la que se exhibió dueño de los fiscales: «La fiscalía, ¿de quién depende?, ¿de quién depende?… Pues ya está». De momento, no parece que los jueces estén, en su conjunto, dispuestos a ser uncidos al carro del César. Y es la última resistencia que amarga al gran benefactor del pueblo, al gran benefactor de Koldo, Ábalos y otros amigos, al gran benefactor de la familia. De la propia. Por supuesto.
«¿De quién depende la fiscalía?» ¿De la voz suprema que ordenó al fiscal general violar, a la medida de su odio contra Ayuso, la confidencialidad a la que está atado su cargo? Uno no imagina cómo un fiscal de carrera pueda sobrevivir a tal bochorno. «Pues ya está».
«Pues ya está». Por una muy similar violación de confidencialidades, Baltasar Garzón fue expulsado de la carrera judicial: prevaricación, se llamó a lo suyo. Pero es ahora millonario. Y hasta puede poner y quitar ministros. Y quizá hasta fiscales generales. Grandes trueques.