«¡Arréglame esto YA!»
Escenas de matrimonio en una fresca velada del mayo madrileño
En una fresca velada del mayo madrileño, un hombre y una mujer, ambos de porte atlético, conversan a altas horas en una amplia estancia. El individuo aprieta las mandíbulas en un gesto que delata una fuerte tensión interior. La mujer, de mechas rubias y facciones duras, no está de mejor humor.
–Por favor, habla más bajo, que todavía vas a despertar a las niñas con el vocerío…
–Hablo como me da la gana y no me cambies de conversación. Me tienes que arreglar esto ¡YA! Haz lo que quieras, pero no podemos seguir así. La cosa no solo no mejora, incluso va a peor.
–Me parece que estás siendo injusta. He hecho todo lo que está en mi mano y haré más, pero las cosas llevan su tiempo, existen unos procedimientos. He jugado muy fuerte por ti; la carta, los días de meditación poniendo el cargo en el alero en tu defensa…
–No me fastidies, hombre, todo aquello fue una cagada monumental. Lo único que has conseguido es que en el extranjero, donde no sabían nada de la movida, ahora se ha enterado todo el mundo. Imagino que alguna manera tendrás manera de presionar al juez ese. Mueve a Álvaro, a Félix… espabila con el control del poder judicial, que no haces nada. Si sacases adelante de una vez lo de que instruyan los fiscales en vez de los jueces, problema resuelto. Todo dependería de Álvaro, que a su vez depende de ti y está dispuesto a lo que haga falta.
–Estoy en ello, y lo sabes, pero ahora mismo tengo mil frentes abiertos. De entrada, está ahí el loco de Perpiñán, que quiere gobernar en Cataluña sin haber ganado las elecciones.
–Bueno, como tú.
–Déjate de coñas, lo mío es distinto, encabezo una coalición progresista que es mayoritaria. Las cosas están complicadas, ese tipo es incontrolable y si se pone farruco nos puede retirar sus apoyos y nos cierra la tienda.
–Pero eso no te impide moverte con lo mío, hacer algo. Imagínate que la semana que viene, cuando vas a ir tú al Parlamento a hablar del tema, al juez le da por imputarme. Hoy los periodistas se han ratificado ante el juez en lo que han publicado. Imagínate que ahora el tío va y decide tirar palante, yo no estoy aforada…
–Eso no va a pasar mujer, es impensable. Yo no puedo hacer más. Nuestras televisiones y Prisa ya están apoyando a tope, y personalmente estoy forzando muchísimo la máquina con lo del fango. Con esto de amenazar a los jueces y los periodistas me pueden dar el toque en Bruselas, aunque me salva que ahora mismo están en periodo preelectoral y andan a otras cosas. Estoy haciendo una ronda de entrevistas en todas nuestras radios y teles dando la cara por ti. He llegado a tirarme de la moto y decir que has presentado denuncias contra los medios. Les llamo «bulos» todos los días y los pongo a parir. Óscar ha empezado a zumbar a periodistas por su nombre y apellidos. Hasta las chaladas de Podemos están echando una mano con esa Ley de Medios que quieren presentar, que nos puede servir de base para establecer fórmulas de censura.
–Bueno, pero no me dejas nada tranquila. Y el circo de tu hermano en Portugal, pagando impuestos allí y currando en España en vuestra Diputación, tampoco ayuda. Ponte las pilas, porque yo no quiero salir de aquí de ninguna manera. Y mucho menos humillada y por la puerta trasera solo por haber hecho unos negocios que son perfectamente normales. Ya me dirás por qué no puedo recomendar a un amigo por carta, que además me había ayudado en mi cátedra, o mantener mi vida profesional...
–Te repito que eres injusta con mi persona. Ningún otro mandatario de todo el planeta ha escrito un carta pública de expresión de amor hacia su mujer como la que yo te he dedicado.
–Venga, venga, que ya llevamos muchos años para estas pamplinas… Menos sacarina y más acción. La cosa está muy chunga. No creo que sea tan difícil cerrar esos periodicuchos y sacar de ahí a esos jueces. Has hecho cosas peores y al final no ha pasado nada. Por favor, mueve el culo, tío, que esta vez sí que nos hemos metido en un lío. Tenemos un marronazo encima de la leche.
(Huelga decirlo: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).