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VertebralMariona Gumpert

No sean como yo

Sólo les pediré que no sean como yo en mis años mozos y escudriñen bien no sólo los programas del Partido Popular y de Vox, sino en qué medida sus miembros resultan consecuentes con ellos, tanto en España como en Europa

Actualizada 01:30

Recuerdo la primera vez que voté, elecciones europeas. He olvidado al candidato, creo que ni siquiera lo conocía entonces. De lo que sí era consciente era de que mis compañeros de universidad –los protowoke– consideraban a gente como mis padres malas personas por ser creyentes y de derechas. ¿Quiénes se creían esa panda de mamarrachos? ¡A mis padres sólo tenía derecho a criticarlos yo, que para algo era su hija y estaba en la edad! Voté a la contra de mi quinta, con un único, sutil y sofisticado argumento: no soy como esos idiotas.

Bastante gente sigue votando bajo esquemas así: soy del PP o del PSOE manque pierdan, porque soy de derechas/izquierdas de toda la vida de Dios. Esta postura responde a un esquema mental anticuado, que procede de la época de la Guerra Fría. Quienes viven anclados en este modus vivendi suelen parecerse a mí en mis años mozos: ignoran la mayoría de las propuestas y toma de decisiones políticas de aquellos a quienes votan. Tiene sentido, la vida no está como para informarse al dedillo sobre todos estos asuntos, para eso existen los medios de comunicación. El problema es que una parte importante de ellos –el equipo de opinión sincronizada– es un tentáculo más de los poderosos, entre otras cosas porque precisan de subvenciones y prebendas.

Si esto sucede a nivel nacional, ¿cómo no se va a repetir el esquema de manera más grave en el Parlamento europeo? Por ejemplo, muchos ignoran que el PP ha votado junto a los socialdemócratas en la mayoría de las decisiones que se han tomado en Bruselas. No me lo invento yo, son declaraciones recientes del propio Partido Popular, que ahora recula y trata de acercarse a los partidos conservadores en Europa: los populares huelen cómo van creciendo estos últimos. Dicho éxito no tiene mayor misterio, ¿recuerdan las tractoradas de hace unos meses? No se trataba sólo de protestas del sector primario para garantizar su sustento; las políticas de Bruselas en este campo –nunca mejor dicho– son lo más parecido a pegarse un tiro en el pie sin que guarde sentido alguno (al menos para las hormiguitas humildes que somos los ciudadanos de a pie). ¿Qué consiguen imponiendo condiciones leoninas al sector, si luego se permite la entrada en el país de productos exteriores que no cumplen con estándares inalcanzables de calidad? ¿Por qué pretenden eliminar lo más relevante para la vida humana, el alimento, condicionándonos a que nos lo traigan de fuera? ¿No aprendimos nada con la guerra de Ucrania y nuestra dependencia del gas ruso?

Algo similar ocurre con la inmigración ilegal, desbordada y descontrolada o con las políticas «de género» del desnortado lobby LGTB, con el que cada vez más gays y lesbianas no se identifican, aunque sea por algo tan curioso como que no les apetece demasiado que «pagapensiones» embrutecidos les propinen palizas por su condición sexual. A las feministas tampoco parece llamarles la atención que, proporcionalmente, cierto tipo de extranjeros sean quienes más violaciones cometen. El resto de Europa empieza a recular ante estos problemas, también con el tema de las terapias de «cambio de género», pero nosotros ahí seguimos, erre que erre.

No voy a perder su valioso tiempo en criticar al PSOE, a estas alturas ya sabemos quién es y de lo que es capaz Pedro Sánchez y todo lo que queda a su izquierda. Sólo les pediré que no sean como yo en mis años mozos y escudriñen bien no sólo los programas del Partido Popular y de Vox, sino en qué medida sus miembros resultan consecuentes con ellos, tanto en España como en Europa. No es poco lo que nos jugamos en estas elecciones, por más lejanos que nos resulten los trasiegos de Bruselas.

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