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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Sánchez da un autogolpe de Estado

Su nueva carta a la ciudadanía es una violenta invitación a defender su inaceptable comportamiento y el de su esposa

Actualizada 10:10

Pedro Sánchez ha dirigido otra carta a la ciudadanía, como si fuera Albert Camus escribiéndole a María Casares, pero es un poco Bonnie defendiendo a Clyde para defenderse a sí mismo de paso.

El presidente del Gobierno, cuyo trastorno empieza a reclamar la asistencia urgente de un especialista, no se comunica con nadie para darle una explicación razonable de los hechos constatados en la trayectoria de su mujer, y en la suya propia, con el decoro exigible cuando se protagoniza un acontecimiento tan histórico que no tiene precedentes en España

Porque en casi 50 años de democracia nunca había sido imputada la pareja del primer ministro, y menos por presuntos delitos de corrupción en los negocios y tráfico de influencias que, de ser ciertos, le convertirían a él en cómplice necesario o coautor incluso de la fechoría.

Su pestiño no es, pues, un acto sincero de rendición de cuentas, sino una amenaza nada sutil a jueces, periodistas y rivales que se atrevan a discutir su autoconcedido derecho a la inmunidad y a la impunidad.

La gravedad del comportamiento de Sánchez, que se cree Kennedy con Jackie pero es Ferdinand con Imelda Marco o los Ceaucescu, se completa con la invitación nada pacífica al enfrentamiento civil para defender su Gobierno de «progreso» de una conjura reaccionaria merecedora de una respuesta sin límites ni líneas rojas.

Sánchez no sólo se ahorra intentar justificar por qué su mujer prosperó al calor de sus decisiones favorables a sus clientes y asociados, una evidencia irrebatible tenga o no consecuencias penales, sino que toca a retreta para movilizar a sus tropas, como sea, e intenta exterminar los controles democráticos del Estado, públicos y privados, con una soflama genuinamente violenta.

Porque es violencia denigrar a la justicia, a la prensa y a la oposición política con mensajes que responden a un ataque inexistente para no aclarar un problema judicial, político y personal de primera magnitud.

Y es violencia, sin duda, convertir sus circunstancias domésticas, plagadas de componendas que él mismo denunciaría en un rival, en un ataque global al conjunto de la Nación, cuyos enemigos reales son a la vez insultados, amnistiados, premiados y convertidos en socios mediante un intercambio obsceno de favores.

Esto ya lo vimos con los Pujol-Ferrusola cuando, para escurrir el bulto de sus abusos y negocios más oscuros, presentaron la réplica democrática en un asalto a Cataluña y generaron un conflicto que aún perdura.

En el viaje de Romeo en defensa de Julieta ya vemos dónde está dispuesto a llegar: si mandando cabezas de caballo no es suficiente, habrá que desatar una guerra. De momento, ha comenzado con un autogolpe de Estado por escrito.

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