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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Y ahora un pin socialista para adultos

Es usted un fascista y no lo asume, pero el marido de Begoña tiene solución: un chip progresista subcutáneo y arreglado

Actualizada 01:30

Óscar Puente ha indignado a la asociación SOS Desaparecidos por utilizar su cartelería para atacar a Dolors Montserrat, con una gracia sin gracia marca de la casa troglodita: como el PP esconde a su candidata en las elecciones europeas, según Oscarlopitecus, vamos a meterla en el mismo saco que a las 15.000 personas que cada año se volatilizan en España, dejando a familia y seres queridos en un horroroso limbo de tristeza y preocupación.

El ministro de Transportes e Insultos supera a su compañera Teresa Ribera en grosería formal, pero no en rudeza intelectual: la candidata socialista en Bruselas, que tanta paz lleve como deja y allá se la coman con kartoffels, defendió a Begoña Gómez, la Niña de los Bajos Fondos Públicos, con un peculiar argumento contra sus críticos.

«Quieren a la mujer con la pata atada a la cama», dijo con esa vocecilla afectada por el cambio climático que tiene y le provoca una preocupante sequía intelectual. Eso para el Tito Berni, hermano mayor de esa cofradía de puteros del PSOE con delegaciones en media España.

Del Gobierno de ambas acémilas va a salir una nueva ley para proteger a los menores de los bulos y las fake news, con la misma autoridad en la materia que tendría un caníbal impartiendo lecciones de dieta vegana. Y otro reglamento para imponer en 30.000 empresas cursos obligatorios en «formación LGTBI». Solo les falta regular ya las clases obligatorias de transformación social competitiva, con Begoña Fundraising al frente, y las de Memoria Histérica, con Otegi y Bolaños como autores del programa lectivo.

Tenemos así a tipos que cada día repiten que España es un país de ultraderechistas, homófobos, machistas, xenófobos o todo ello junto y a la vez que aspiran a convertir en materia de obligatoria enseñanza y aprendizaje, para todas las edades, sus deposiciones mentales, fruto de la previa ingesta de material político, histórico o social en mal estado: según come el mulo, caga el culo, decía mi abuela.

Y aquí el mulo come mucho.

Hace unos años se lio parda cuando VOX propuso un pin parental para que los padres tuvieran el derecho a dar el visto bueno a la educación complementaria que, más allá del currículo oficial, podrían recibir sus hijos en las escuelas.

La denuncia, según los heroicos partisanos de la resistencia, obedecía al temor a que la ultraderecha privara a los chavales de una correcta instrucción «sexoafectiva» y se convirtieran, el día de mañana, en violadores, feminicidas o algo todavía peor, como votantes de la derecha.

En realidad se trataba de evitarles a los chavales que un día les apareciera un soldado de Irene Montero, de Yolanda Díaz, de Óscar Puente o del propio Pedro Sánchez a meterles mierda en sus cabezas aún blandas, con la excusa de enseñarles algo que ya se aprende en casa y en la calle: a ser buenas personas, en general, que es la base para entender de manera natural la diversidad ideológica, religiosa, sexual o racial que hay en una sociedad razonable, lo que hoy ya no es esta España en manos de tarados con ínfulas.

Para quienes creen que la batalla cultural es un asunto menor, o una incomodidad que aleja de las posiciones templadas necesarias supuestamente para disputarle a todos estos diablos el poder en el infierno, solo cabe hacerles una sugerencia: por no librarla, hemos pasado en unos años de discutir si los padres tienen derecho a negarse a que un podemita les diga a menores de edad, en el colegio, que pueden sentirse hombre los días pares y mujer los impares y ya están tardando en amputarse el níspero a aceptar que el «pin progresista» nos lo instalen a todos, por fachas, entre risas de Puente y Ribera, dos gañanes que cualquier día nos salen defendiendo la eutanasia obligatoria para todo aquel fascista que no lance flores y declame ditirambos al paso del marido de Begoña Gómez.

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