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El observadorFlorentino Portero

Mayorías tóxicas, incomprensible que Feijóo no vete a Von der Leyen

Tras el comportamiento de ella con el Partido Popular español, siempre supeditado al mantenimiento de una óptima relación con Sánchez, es incomprensible que Feijóo no comunicara discretamente a sus iguales su veto a la candidata

Actualizada 13:12

Los dirigentes europeos tienen prisa por resolver el reparto de cargos que conllevan las elecciones al Parlamento Europeo. Tenemos que reconocer que la urgencia está justificada y que los miembros del Consejo están actuando de manera responsable. Dado el conjunto de crisis que tenemos ante nosotros y el ambiente de inestabilidad política existente en un buen número de estados miembros, es necesario resolver cuanto antes el relevo en los cargos de referencia y, muy especialmente, en la presidencia de la Comisión.

Como ya comentamos en su momento, el Partido Popular Europeo, el más numeroso e importante del arco parlamentario, se reunió para elegir a su candidato con un resultado bochornoso. Sólo se presentó la señora Von der Leyen y apenas la mitad de los presentes votaron a favor. Quedó claro el entusiasmo y la sintonía que había entre la actual presidenta y los cuadros populares.

En estos momentos se está negociando el reparto y, por ahora, Von der Leyen continúa siendo la candidata oficial de los populares. Hasta que el acuerdo no se cierre, todo es posible, pero las informaciones que nos llegan apuntan a su renovación. Esto nos lleva a consideraciones de muy distinto tipo.

Las elecciones europeas han supuesto un duro castigo para la izquierda, los verdes y los liberales, uno más moderado para los socialistas y un crecimiento importante de formaciones de muy distinta naturaleza a la derecha de los populares. En términos generales hay un claro mensaje de rechazo a la línea seguida por la anterior Comisión, en particular a sus políticas verde, energética y sobre inmigración. Von der Leyen representa todo lo que es cuestionado por un amplio espectro de la población, incluidos muchos votantes populares.

Uno de los comentarios que hemos oído una y otra vez con indisimulado alivio, es que, a pesar de todo, se mantendrá la «coalición de centro», la formada por populares, liberales y socialistas. Estamos hablando de la coalición cuya política se está rechazando ¿De verdad el Partido Popular Europeo está dispuesto a perseverar en esta política? ¿No sería oportuno valorar lo ocurrido en Francia o Italia, por ejemplo? Las formaciones de estas nacionalidades miembros del Partido Popular Europeo han quedado lejos del 10% de los sufragios ¿Están dispuestos a animar la misma deriva en el resto? Despreciar al votante propio es la garantía del desastre a medio plazo.

Las circunstancias cambian. Hoy la izquierda se está radicalizando, empujando a los populares a políticas ajenas a su tradición y contrarias a sus creencias y valores. Lo que hace años podía considerarse un activo, la «coalición de centro», ya no lo es. Si el Partido Popular Europeo está dispuesto a representar a sus votantes debe evitar esa deriva y buscar fórmulas más flexibles, estableciendo mayorías en función del tema.

El caso español es más sangrante. Si uno no se respeta a sí mismo, difícilmente los demás lo van a hacer. Después del comportamiento de Von der Leyen con el Partido Popular español, siempre supeditado al mantenimiento de una óptima relación con Pedro Sánchez, es incomprensible que a principios de año Núñez Feijóo no comunicara discretamente a sus iguales su veto a la candidata. Lo hubieran entendido y buscado con tiempo una alternativa. No lo hicieron y ahora andan con exigencias, como si a estas alturas de la negociación contaran para algo. La señora en cuestión les dirá que sí y luego ya veremos… Podemos criticar la política exterior de Sánchez, reconocer sus lamentables efectos sobre la presencia de España en el mundo, pero el papelón de los populares en el Parlamento Europeo, su incapacidad para hacer valer sus intereses es, como poco, notable.

La última palabra la tendrá el propio Parlamento en votación secreta. La presión para que se respete la disciplina de voto será grande. La dificultad para llegar a un acuerdo y las complicadas circunstancias que estamos viviendo pesarán sobre muchos a la hora de aceptar el «trágala» de votar a favor de la actual presidenta, pero a nadie sorprendería finalmente su rechazo. Al fin y al cabo, es la máxima responsable de un fracaso en la gestión y la expresión de una mayoría parlamentaria ampliamente cuestionada.

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