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19 de septiembre de 2024

Un mundo felizJaume Vives

Razones para no pisar Francia

Además Francia representa todo lo que en España no queremos ser en el futuro, pero hacia lo que tendemos por desgracia y por inoperancia política: un basurero multicultural

Actualizada 01:30

Hay muchas razones para no pisar Francia –preciosa por otra parte–, pero intentaré ser lo más sintético posible.

La primera de ellas, que allá por el siglo XVII, nos robaron parte de nuestra patria y todavía hoy, sigue bajo su dominio. Muchas personas que desayunan un triste cruasán, nunca experimentarán el placer organoléptico de unos huevos fritos con butifarra y judías.

Otra no menos importante, que Francia expandió por el mundo entero los errores de la Revolución Francesa, –principio del fin de la civilización–. En aquel momento empezó a destruirse y a deconstruirse todo lo auténtico que impregnaba la sociedad, hasta nuestros días –primacía absoluta de los boomers–. Aventajados discípulos de esa triste revolución.

Además Francia representa todo lo que en España no queremos ser en el futuro, pero hacia lo que tendemos por desgracia y por inoperancia política: un basurero multicultural. Violencia propia de bárbaros, mujeres abandonadas a su suerte, y sustitución poblacional. Todo ello aplaudido por millonarios muy comprometidos que, entre partido y partido y desde sus fortificaciones, lo observan desde la distancia lanzando alertas contra la ultraderecha.

Pero la razón más importante es porque está llena de franceses. Que aunque los hay muy buenos, y los ha habido buenísimos, parecen tener una antipatía generalizada hacia los españoles y el resto del mundo.

He podido comprobarlo las veces –y no han sido pocas– que he tenido que cruzar los Pirineos. El día que fui a pedir en matrimonio a mi esposa en el Sacré Coeur, volví con dos multas –impagadas por supuesto–, cortesía de la Policía francesa. Y las malas caras que he acumulado por rodó el mundo provienen principalmente de Francia. Ir a Francia es como entrar en un chino de Barcelona. Tardas poco en advertir que tu presencia les molesta.

Pero la situación es más grave de lo que parece. Ahora ya no hace falta ir a Francia para sufrir una francesada. En numerosas ocasiones mis vecinos franceses, a quienes consideraba de los buenos que comentaba al principio, han llegado a pedirme que fume en la galería de mi casa y no en el interior. ¡En mi propia casa! Por lo visto los puros que me fumo en el salón les molestan porque el humo sale por la ventana que da a la calle –amplia y apenas transitada– y sube hasta la suya.

Hoy no han llamado al timbre, hoy me han dejado una notita debajo del felpudo. Parece que no puedo disfrutar en familia del encierro de San Fermín proyectado en la pared mientras me fumo tranquilamente un purito. ¡Por si no tuviera bastante con no haber podido acudir a los Sanfermines este año! ¿Será posible?

Me han echado de bares, terrazas e incontables sitios en los que ya no se puede fumar y ahora unos franceses me quieren echar también de mi casa. Como decía, el tema es grave y esa trinchera no pienso regalarla. Quedan oficialmente invitados mis pocos lectores a fumar puros y beber whisky en mi humilde salón cuando quieran.

Dios quiera que algún día Francia pueda reparar todo el mal que ha hecho a la humanidad. Sin desmerecer, claro está, todo el bien que también ha extendido por el mundo. Que nadie duda de la grandeza de Juana de Arco ni de la importancia del santuario de Lourdes.

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