Salvar a la soldado Begoña
Y éste sabe que en el juzgado número 41 de la Plaza de Castilla de Madrid le aguarda su tumba política. La Complutense, cómplice pero también víctima de la corrupción presidencial, está martilleando ya los primeros clavos del ataúd
Si hoy tiene que comparecer la brillante profesional Begoña Gómez Fernández ante un juez es porque la «fachosfera» no traga con que su marido, Su Excelencia Pedro Sánchez Pérez-Castejón, haya iniciado una cruzada para librar a España del auge de la ultraderecha que avanza por los Pirineos y, a veces, se cuela en el avión de algún presidente porteño. Es falso que esa esforzada trabajadora, que nunca se ha aprovechado de los medios institucionales, ni ha llamado a despachar al rector de la Complutense a la sede oficial de la Presidencia, ni se ha visto junto a su marido en La Moncloa con un empresario al que le cayeron posteriormente 10 millones de euros en contratos públicos, haya construido una carrera profesional y hecho negocios privados al calor de su posición conyugal. Todo es fango. Propio de quienes no asumen que este político socialista esté liderando en soledad una cruzada que solo la historia y la posteridad lograrán dimensionar.
Los bulos, tan propios de la prensa de derechas, de los «pseudomedios» que reciben dinero y no tienen lectores, también alcanzan a un gran músico, el Barenboim de Badajoz, que se ha sacrificado estableciéndose en Portugal, evitando la justicia fiscal de su hermano, para levantar la programación musical en Extremadura. Tal es su ingente trabajo que ha multiplicado por 50 su patrimonio y trasladado su sede fiscal al país luso, en un ejercicio de entrega ibérica difícil de estimar si no se tiene la altura de miras para valorar ese sacrificio existencial, ese desarraigo vital. Él, David Azagra, también ha desatado los demonios fascistas. Una persecución que ha obligado a la Diputación de Badajoz, dirigida por un amigo entrañable de David y líder extremeño del PSOE, a montarle un despacho exprés, perturbando su imprescindible concentración artística. La música clásica, la excelencia melómana, es también –y ya van muchas– víctima de la pulsión antipatriota de los fachas. Mucho «fachaleco», mucha pulserita rojigualda en la muñeca, pero cuando hay que defender al Sumo Líder y a su familia son envenenados por los malos periodistas que osan investigar irregularidades. Con Kim Jong-un los quería ver yo.
La máquina del fango tampoco hace excepciones con dos grandes servidores públicos. Ahí están los excelsos fiscales Cándido Conde-Pumpido y Álvaro García Ortiz, sorteando las inmundicias que se dicen sobre ellos, pobres damnificados de una cacería política, cuando no hacen otra cosa que aplicar la legalidad a la que prometieron defender. Porque, a ver si nos vamos enterando, la legalidad ¿quién la marca? ¿De quién depende la fiscalía? ¿Y el Tribunal Constitucional? ¿eh? Ya está bien de difamar a Álvaro, todo un jurista al que se crucifica porque participó en actos electorales de los socialistas gallegos, ha ascendido a su amiga y mentora, decisión que fue tumbada por el Supremo, respaldado que se amnistíe a delincuentes condenados por el TS, ejerce con denuedo de abogado defensor de Begoña Gómez y ha publicado datos secretos sobre un ciudadano anónimo, pareja de una enemiga de su jefe. ¿Es que esto es merecedor del calvario que está pasando esta criaturita? ¿Y Cándido? Un pobre funcionario de alto nivel al que le duele la mano de borrar delitos de la corrupción del PSOE andaluz y ha pingado la toga de lodo. ¿Es necesario tamaño ensañamiento?
Ya está bien. Es urgente, como el fresquito en este sofocante julio, que un plan de regeneración democrática nos saque de este marasmo. Que pague el jefe de la oposición por tener a su mujer investigada por corrupción en los negocios, que le apliquen el código cero por censurar un libro sobre unos narcos y que el juez Peinado sea sentado en el banquillo por usar dos carnés de identidad a la vez. Ah, no, que estos eran bulos. Pero hay bulos y bulos. Distingamos. Por eso es imprescindible que a los periodistas nos metan en vereda. Y que lo haga Su Sanchidad acompañado de su único apoyo en esta gesta histórica, la simpar portavoz proetarra Mertxe Aizpurúa, esa alimaña-periodista que señalaba a las víctimas de ETA desde el libelo terrorista. Ella ponía la diana sobre el papel y otros ejecutaban la vesania. No me digan que no es buena compañera de viaje para nuestro primer ministro de la Verdad.
Ah, y lo de que los 100 millones de ayuda a la digitalización de los periódicos va a servir para dar de comer a sus voceros mediáticos es otro embuste. Como la denuncia de que reclama a los medios privados algo que no aplica en los públicos que dependen de él, no deja de ser una falsedad más. Y que le importa un pepino la libertad de expresión y solo quiere tapar los desmanes de Begoña –atención a su declaración de hoy y a la de los vicerrectores de la Complutense–, una patraña mayúscula. Y que hasta sus socios del PNV están gritando por los pasillos del Congreso –como verbalizó hace unas horas Aitor Esteban desde la tribuna del Pleno– que son inaceptables los negocios de la esposísima, no es más que un intento desesperado de los ultras de echarle del poder. Y la peor de las falsas noticias: que quiere ser él el quien decida qué se puede o no publicar. Esto ya sí que es retorcer las cosas. Un amante de la transparencia como Pedro es incapaz de algo así. Qué malpensados estos de derechas…
Pero hagamos de la necesidad virtud, como nuestro Líder Supremo nos ha enseñado: ahora que quiere reforzar el derecho de rectificación, podemos los españoles invocarlo ante la historia. ¿Qué hemos hecho nosotros para merecer a este individuo al frente de la segunda magistratura del país? Pero esperemos a la traca final: los animales acorralados son los más peligrosos. Y éste sabe que en el juzgado número 41 de la Plaza de Castilla de Madrid le aguarda su tumba política. La Complutense, cómplice pero también víctima de la corrupción presidencial, está martilleando ya los primeros clavos del ataúd.