Yoli Kamala Harris
No sé si ganara a Trump –las encuestas niegan esta posibilidad– pero si lo logra, estoy convencida de que Harris nos va a regalar días de gloria en el Despacho Oval
Ala espera de que la vicepresidenta norteamericana sea nombrada oficialmente candidata a la Casa Blanca, mi aviesa mente periodística ha hecho un maridaje del que espero arrepentirme, por el bien del pueblo estadounidense. Pero tengo para mí que el caso de Kamala Harris guarda algunas similitudes con nuestra genuina Yolanda Díaz. En cuanto a formación y carrera política, la senadora afroamericana le saca bastantes cabezas a la lumbrera de Fene. Eso es verdad. Nada difícil, teniendo en cuenta que Yoli aprobó a duras penas la carrera de Derecho y sus logros electorales se cuentan por los cero escaños que consiguió en el Parlamento gallego y por su declinante figura cada vez que se mide a nivel nacional en las urnas, frente a la brillante carrera de Harris que se graduó en Howard, trabajó en la Fiscalía de San Francisco y terminó como fiscal general y posteriormente como senadora.
Pero ambas guardan parecidos razonables. Las dos se han construido un perfil progre de diseño y responden a la tontolaba nueva religión del animalismo, feminismo y ecologismo con el que los elitistas partidos de izquierda occidentales engañan a las clases trabajadoras que creen ver en ellos a los defensores de sus derechos y no son más que impostores ávidos de poder y desparpajo. Como Yolanda, a Kamala también se le construyó por parte de la prensa afín un halo de solvencia y liderazgo que la realidad ha desmentido rotundamente. La gallega no gana ni a los dados y la que fuera senadora americana ha tenido tres años y medio para acreditar su mito de buena gestora y no ha hecho más que esconderse detrás de Biden, ostentando la vicepresidencia más invisible de la historia política de Washington.
Ambas tienen párvulos discursos con guiños a la demagogia. He de reconocer que nuestra vicepresidenta tiene una entonación, un porte y una oratoria mucho más ñoña que Harris, que posee una voz más enérgica y contundente que nuestro producto nacional. Pero ambas son auténticos bluf, cuyas carreras han sido creadas en laboratorios, con guiños comunicativos definitivamente hilarantes. Lo demuestra que Yolanda se vistió en 2021 de blanco sufragista cuando prometió la Constitución ante el Rey en su toma de posesión. Seguía así la estela de la propia Kamala, de Hillary y de Nancy Pelocy, que acudieron a sus tomas de posesión de esas galas níveas.
Yoli, con el radar siempre atento a todas las fotos que pueda aprovechar para su particular book, ha aprendido de Kamala que el blanco es un símbolo de resistencia femenina en muchos lugares del mundo. Curioso que tanto nuestra vicepresidenta como la probable candidata demócrata usen ese color en trajes de marcas de lujo, obviando que las sufragistas lo llevaban como las únicas prendas que se podían permitir. Kamala y Yoli son las nuevas sufragistas reencarnadas por Gucci.
No sé si ganara a Trump –las encuestas niegan esta posibilidad– pero si lo logra, estoy convencida de que Harris nos va a regalar días de gloria en el Despacho Oval. Vayan cogiendo palomitas para escuchar a Yolanda babeando con su mito viviente y muriéndose como una groopie por una foto con ella. Ríanse ustedes del encuentro planetario entre Obama y Zapatero.