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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Como Pedro por su casa

Afortunadamente hay jueces como el señor Peinado o diarios como éste que no se dejarán amedrentar por el ejército de los Bolaños, Patxis, Alegrías, con Álvaro García Ortiz a la cabeza, que ha iniciado una cacería solo propia de países bananeros

Actualizada 01:30

Preguntaba Antonio García Ferreras el 20 de julio de 2023 en la Sexta al candidato a volver a presidir el Gobierno de España, Pedro Sánchez, por la posibilidad de que el PSOE concediera la amnistía a los líderes del procés. El aspirante, sin el menor sonrojo, respondía: «¿Qué pedía el independentismo? Pedía la amnistía. Antonio, yo entiendo que estamos en campaña, pero el independentismo pedía la amnistía y un referéndum de autodeterminación. No ha habido amnistía ni ha habido referéndum. Ni lo habrá. Por convicción personal y política.» Un día después, le volvía a preguntar en La 1 Marc Sala, y el entrevistado afirmaba algo parecido. Ayer se cumplió un año de aquellos comicios que, por errores imperdonables de los contrarios, no se tradujeron en la remontada de España después de cinco años de sanchismo. Estuvo cerca el fin de la pesadilla, pero aquí seguimos con insomnio.

Con respiración asistida, pero Sánchez continúa. Acaso esa sea la noticia. Que nada ha podido con él: ni la parálisis legislativa –ayer sus amigos de Junts le volvieron a ningunear–, ni el escándalo de haber aprobado una ley de amnistía de la que abjuró días antes, ni los batacazos electorales que ha sufrido este año –gallegas, vascas y europeas–, ni siquiera que su mujer y su hermano hayan sido imputados por sospechas de corrupción. Tampoco que el fiscal general del Estado esté a punto de ser llamado a declarar como investigado por el Supremo, mientras vuelve a nombrar, en contra de la sentencia de ese alto Tribunal, a Dolores Delgado como fiscal de Memoria Democrática. El que tiene que defender la legalidad se la salta como si fuera un charco.

El balance es estremecedor, pero es que, como nos advirtió Rubalcaba, en la naturaleza de este socialista se halla su resistencia. El personaje con menos escrúpulos que ha pisado la política española no tiene límites morales, le adorna una conciencia como un queso gruyere, lo que le da carta blanca para aguantar, aunque la salubridad del Estado esté seriamente comprometida. Hablamos de alguien que se colocó detrás de un biombo para esconder una urna fraudulenta que evitara que le echaran de Ferraz, que tuvo paralizado al Estado sin Gobierno un año, que nos mandó a elecciones para no meter en el Ejecutivo a Pablo Iglesias, pero luego lo colocó nada menos que de vicepresidente, que negó indultos, la rebaja de la malversación y la eliminación de la sedición y todo lo aprobó religiosamente, que anunció que traería de las orejas a Puigdemont y terminó negociando su investidura con él en el extranjero.

El mismo político que aplaudió que un ministro alemán dimitiera porque le habían pillado copiando una tesis, que deslegetimó con una moción de censura al presidente del Gobierno agarrado a un párrafo manipulado en una sentencia que el TS afeó al juez, ese presidente que pidió a Rajoy que dimitiera por tener que testificar ante un juez, es el mismo que fue pillado copiando su propia tesis, que ahora se queja de que la oposición le niega la legitimidad y que, finalmente, ha sido citado por la justicia porque un imputado ha contado que entraba y salía –como Pedro por su casa– de las reuniones en las que su mujer intentaba hacer negocios en el Palacio de La Moncloa. Miente siempre. También lo hizo cuando escribió aquella ridícula epístola el 24 se abril que precedió a cinco días de libre disposición. Dejó por escrito que «Begoña defenderá su honorabilidad y colaborará con la justicia en todo lo que se le requiera». Mentira: Begoña fue hace unos días la Belinda de Moncloa y su marido lleva el mismo camino.

Afortunadamente hay jueces como el señor Peinado o diarios como éste que no se dejarán amedrentar por el ejército de los Bolaños, Patxis, Alegrías, con Álvaro García Ortiz a la cabeza, que ha iniciado una cacería solo propia de países bananeros. Sánchez intentará sortear su peor momento metiéndonos en vereda a los periodistas y señalando a los jueces. Y no sabe –o sí– que es él el que tiene que entrar en vereda siguiendo su doctrina sobre las citaciones a los presidentes. Una manera de ver este aniversario de Sánchez es pensar que a España le queda un año menos para recomponerse de la peor etapa de su historia reciente.

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