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17 de septiembre de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

Dos minutos para callar y otorgar

Si, como se han desgañitado en mantener todos los ministros y el propio Sánchez aquí «no hay nada, nada de nada», no acabo de entender en qué podría el marido menoscabar la situación de su «amada esposa»

Actualizada 03:16

Ciento veinte segundos escasos duró la declaración del presidente del Gobierno requerido por el juez Peinado en el Palacio de La Moncloa por la causa en la que está investigada su esposa por presunto tráfico de influencias y corrupción en los negocios privados. Menos tiempo de los que ha empleado en usar a la Abogacía del Estado para querellarse por prevaricación contra el instructor. También menos minutos de los que tardó el interfecto en hacer el cambio de urnas tras un biombo para evitar que sus compañeros lo echaran de Ferraz.

Contra esta diligencia de ahora los medios del régimen dispararon en todas las televisiones para abatir al instructor: que si fue un mal secretario de ayuntamiento, un mal abogado y ahora un mal juez, que está empleando pésimamente la ley, que está llevando a cabo procedimientos inútiles como el aplicado a Sánchez, el mismo que tenía la opción, como así hizo, de invocar el artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que le permite la dispensa de no declarar para no perjudicar a su mujer, y que todo esto de ir a Moncloa se ha hecho para que trascienda la terrible imagen de un presidente declarando ante un juez, desplazado a la sede del Gobierno «para grabar un montaje», en palabras de la portavoz Alegría.

Descontado el ataque teledirigido a Peinado porque no se ha sometido al acoso del Gobierno, solo compro uno de esos argumentos: un marido tiene el derecho, cuando es testigo, de no afectar negativamente los intereses de su esposa si estos se ven comprometidos con su testimonio. El problema aquí es entender por qué los intereses de Begoña Gómez pueden verse perjudicados por lo que pueda decir su cónyuge; si dijese la verdad, como tendría que ser bajo juramento. Si, como se han desgañitado en mantener todos los ministros y el propio Sánchez aquí «no hay nada, nada de nada», no acabo de entender en qué podría el marido menoscabar la situación de su «amada esposa».

Si Begoña no mandó a una funcionaria que llamara a sus patrocinadores, si no usó la Moncloa como epicentro de sus contratos mercantiles, si no mandó venir al rector de la Complutense para que le regalara una cátedra extraordinaria de la que no era merecedora por no ser licenciada universitaria, si el empresario Barrabés no acudió al despacho de la imputada para hablar de negocios, sino de las próximas vacaciones del matrimonio en Benasque y por eso al menos en dos ocasiones entró en la sala el presidente del Gobierno, entonces era tan fácil como declarar todo esto sin acogerse a una prerrogativa escapista; legal, pero escapista.

En dos minutos se podía haber desmontado esta «campaña de la ultraderecha» contra la purísima actitud de la pareja presidencial. Dos minutos dan para mucho: el 1 de junio de 2018, una traición del PNV combinado con la espuria inclusión de un párrafo en una sentencia permitió que en dos minutos el Gobierno de Rajoy cayera injustamente: en dos minutos, el PSOE y el Gobierno de España firmaron una ley de amnistía con un forajido en el extranjero para que el presidente pudiera ser investido; en dos minutos Sánchez cambió la política exterior española respecto al Sahara para apaciguar a un Rey feudal con información privilegiada sobre él, y en dos minutos el PSC –con Sánchez de capitán– ha roto la «caja única» de los impuestos, destruido la Agencia Tributaria y la solidaridad y cohesión consagrada en la Constitución, llevándose por delante el sistema autonómico que es la clave de bóveda del Estado español.

En dos minutos, la Generalitat pasará a estar facultada por el Gobierno de España para recaudar el IVA y el IRPF íntegramente, para luego liquidar con el Estado en función de sus intereses. En dos minutos el PSOE se cargó con la amnistía la igualdad legal entre españoles y ahora lo hace en sus derechos económicos, lo menos progresista que existe. En dos minutos, Juan Espadas o Barbón –por no hablar de Page o Lambán– tendrán que explicar a sus electores cómo el Gobierno maltrata a unos españoles para favorecer a otros, concediendo un concierto fiscal que ha sido el sueño nunca cumplido de los separatistas.

En dos minutos se pude hacer mucho. Sánchez ayer usó ese tiempo para escaquearse de sus obligaciones no de marido, sino de jefe del Ejecutivo, con un plus de responsabilidad para colaborar con la Justicia. España ya es un sumatorio de minutos para acabar con España. Y todo gracias al marido de una imputada por la que calla –y otorga– ante un juez.

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