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Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

La mayor cosa después de la creación del mundo

¿A quién odia el separatismo? ¿A Cervantes? ¿A Quevedo? ¿A Velázquez? ¿A Goya? Hace falta ser necio para tener todo eso, serlo, y aborrecerlo

Actualizada 01:30

Hace unos días, no recuerdo quién, la memoria es, a veces, piadosa, profirió algunas tonterías sobre la historia de España. Entre ellas, dijo, probablemente satisfecho de su estupidez inconsciente, que no se puede llamar reconquista a la recuperación de algo que nunca se tuvo. El cristianismo obliga a amar a todos los hombres, pero no a las tonterías que hacen o dicen, ni, en general, a todas las cosas. Es muy difícil, casi imposible amar a Stalin, pero no hay ningún deber de amar lo que hizo.

Hace tiempo que sabemos que la «leyenda negra», antes que cosa de Inglaterra o Países Bajos, es empresa española. Acaso el mayor problema de la España actual resida en la ignorancia de su propia historia. Como los errores son intensamente conocidos, me centraré en sus glorias. Sí, ya sé, la extrema derecha. Pocas cosas nos han hecho tanto daño como el mito de la anomalía española. El XIX español es más convulso que el inglés. Pero ellos tuvieron su convulsión antes, incluso con rey decapitado. Pero Francia, Italia, Alemania nos igualan e incluso superan.

Nuestro separatismo se nutre de odio y resentimiento. Pero antes de ignorancia. No se ama lo que no se conoce. Pero menos aún, lo que se tergiversa y deforma. El separatismo no odia a España. Odia a una España falsa, ficticia, deformada, imaginada. ¿A quién odia el separatismo? ¿A Cervantes? ¿A Quevedo? ¿A Velázquez? ¿A Goya? ¿A Albéniz? ¿A Falla? ¿Al autor del Poema del Cid? ¿A Francisco Suárez? ¿A Ortega y Gasset? ¿Al Museo del Prado? ¿A la Escuela de Salamanca? ¿A la gesta evangelizadora americana? ¿A san Ignacio, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz? ¿A Cajal y Ochoa? ¿A Picasso? ¿Al cardenal Cisneros, Isabel y Fernando? ¿A los Machado, Lorca y Miguel Hernández? ¿A Zubiri y Unamuno? Pues todo eso, y mucho más, es España. Hace falta ser necio para tener todo eso, serlo, y aborrecerlo. Por si no quedara claro para mentes paletas nacionalistas, yo asumo como propia, como europeo, la herencia de Shakespeare, Goethe, Bach, Beethoven, Rubens, Van Gogh. ¿Seguimos? La de Grecia y Roma, Jerusalén. ¿Puede un europeo o, en general, un hombre inteligente, ser nacionalista? No odian a España, no pueden odiarla. Odian una patraña, una mentira, una falsificación.

La Reconquista no fue una guerra ni una batalla. Fue un fenómeno largo y complejo, un proceso secular de recuperación de la Hispania perdida. Desde Covadonga a Granada todo tiene un sentido que culmina con la unidad nacional. Como si fuera un designio de la Providencia, el proceso continúa con la empresa americana. Claro que hay una reconquista, y esa reconquista forja la realidad de España como nación. ¿Es que, acaso, no hubo, un gran proyecto nacido en las montañas asturianas? ¿Es que no existió un imperio visigodo cristiano con sede en Toledo? Américo Castro y Claudio Sánchez-Albornoz, dos grandes españoles, dos grandes historiadores, discreparon sobre la realidad histórica de España, en su consideración de la influencia judía y musulmana, pero coincidieron en lo fundamental, en el amor a su nación.

Y la gesta americana, que algunos necios quieren reducir a genocidio, cuando no fue ni siquiera colonialismo. Las Indias nunca fueron colonias, sino provincias españolas. No ha habido precedentes. Ni de las leyes de Indias, ni de las polémicas sobre la condición de los indígenas. El odio a España y el odio al cristianismo son la misma cosa.

Al dedicar a «don Carlos, emperador de Romanos, rey de España, señor de las Indias y Nuevo Mundo», su Historia General de las Indias, Francisco López de Gómara escribe: «La mayor cosa después de la creación del mundo sacando la Encarnación y muerte del que lo crio es el descubrimiento de las Indias».

Es verdad que esta España no es aquella, pero, en el fondo, no se odian sino a sí mismos.

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