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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Los Sánchez, alegre finde en Andorra

¿Qué mejor que una excursión a todo lujo para celebrar la corrupción familiar, el cupo catalán, el desbordamiento migratorio y que no hay presupuestos?

Actualizada 10:15

Como buenos socialistas, los Sánchez son un matrimonio de gustos austeros, rozando la frugalidad colectivista. No les gusta incurir en la ostentación del nuevo rico cuando tantos compatriotas y «compatriotos» de la nación de naciones «plural, diversa y confederal» sudan tinta para llegar a fin de mes (o directamente no llegan).

Así que tras pasarse medio agosto en un palacete del Estado en Lanzarote, viendo desde una tumbona la fuga de Puchi y el aluvión de pateras, y una vez obtenido ese bronceado a lo magrebí que agrada al líder supremo, los Sánchez, la imputada y su marido, han decidido despedir las vacaciones de verano con un fin de fiesta en la alta montaña. Han hecho lo típico de todas las familias españoles de «trabajadores y trabajadoras» y se han ido hasta Andorra para decir adiós a agosto y recibir septiembre en un hotelazo spa de cinco estrellas. Una ganga. La noche en temporada baja cuesta allí unos 400 euros y en la alta, si te pones fino, el alarde se puede ir a más de 2.000 euracos por jornada. Pero bueno, los Sánchez se lo han ganado con el sudor de su frente, él practicando la versión más baja de la alta política y la catedrática extraordinaria revelándose como una fuera de serie del mundo de la intermediación empresarial.

El presidente se merece solazarse, pues no puede estar haciéndolo mejor. La inmigración irregular está desbordada y él no sabe por donde le da el aire, pero eso es solo una anécdota. Hay algunas más, que desde luego no deben de preocuparnos: probablemente no habrá presupuestos, porque Mi Persona está grogui en el Congreso, y el cupo catalán está empezando incendiarle la cocina del PSOE. Además, el problema de la corrupción de La Famiglia no cesa, pese al muy bananero gesto de ordenar a la Abogacía del Estado que fría a querellas al juez que investiga a su mujer (es decir, se está usando toda la maquinaria del poder al servicio de una particular, porque la higiene que debe presidir la vida pública se ve en Sanchistán como una antigualla fachosférica).

Los Sánchez se lo han pasado bomba en Andorra, allá donde el viejo Pujol escondía del fisco su pasta más resbaladiza. Los Sánchez se han subido a un teleférico, con la catedrática extraordinaria abismada en su móvil de carcasa verde (tal vez le estuviesen entrando unos guasaps de Barrabés, o del fiscal general, también imputado, dándole ánimos). Tomaron el aperitivo ventilándose unas copillas de champán de la Viuda de Clicquot, porque se lo merecen, solo faltaba que se tuviesen que conformar con unas cañas o un Rueda, como el común de los paganinis a los que fríen a impuestos. Además aprovecharon para ver un poco un campeonato de bici de alta montaña. Allí el líder supremo y la imputada vestían vaqueros muy ceñidos, un tanto kitsch para los 52 tacos que peina él y los 49 de ella. Pero que se vea que estamos estupendos. El líder se paseaba embutido en un polo blanco de manga corta, que realzaba el bronceado de los palacetes que le pagamos todos y que dejaba ver un cacho brazo de culturista, de esos que no se logran solo comiendo arroz con pollo. Pero es comprensible que esté cachas. Dado que el Gobierno en realidad no gobierna tiene todo el tiempo del mundo para levantar mancuernas en el gimnasio de la Moncloa y deleitarse contemplando los resultados en el espejo.

Los Sánchez son unos fenómenos, que se chotean de todos nosotros con mucha risa ante las cámaras y se lo pasan bomba, haciendo gala de esa facundia un poco hortera que gastan algunos nuevos ricos. Aceleran en su huida hacia adelante porque han llegado a la conclusión de que en esta España ya nunca pasa nada. Y hasta cierto punto, y por desgracia, tienen razón.

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