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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El podcast de La Presidenta

Los Sánchez pensaban que tenían carta blanca para hacer lo que les diese la gana, poniendo los medios del Estado al servicio de su interés particular

Actualizada 14:03

Imaginemos a una señora en la cuarentena de excelente perfil académico y profesional. Pongamos que es doctora en Económicas, auditora, que tiene algo de obra publicada y ha trabajado en una de las Big Four.

A esa señora de gran formación le da el punto de grabar un podcast radiofónico dando cuenta de sus saberes. Así que sin cortarse un pelo llama a Radio Nacional de España para hacer una propuesta: grábenme un podcast, por favor. Por supuesto, no logrará acceder a ningún directivo. Será atendida por un mando intermedio, que le explicará que las cosas no funcionan así, que RNE no graba podcast al primero que aparece por la puerta, salvo que exista una percha informativa importante. Es decir, le darán calabazas.

Ahora supongamos que a esa misma señora, doctora en Económicas, auditora y de buen currículo, le apetece trabajar en el IE, una de las grandes instituciones educativas privadas de España, que cuenta incluso con un formidable campus vertical en una torre acristalada de Madrid. La atenderán cortésmente y le preguntarán si tiene experiencia académica previa. Entrará en un proceso de selección y como mucho podría acabar dando algunas clases.

Pero la señora de nuestra historia no desfallece. Tiene tan altas miras que quiere que la Universidad Complutense le otorgue una «cátedra extraordinaria» a su medida. Por supuesto, no logrará acceder al rector. La atenderá algún responsable de departamento, que la despachará con circunspecta amabilidad y le dirá que su propuesta se valorará llegado el momento. Huelga decir que jamás la llamarán.

En España no existe la figura de la primera dama. La mujer del presidente no ostenta cargo institucional alguno. Tampoco recibe un estipendio del Estado, no tiene agenda pública propia, ni goza de un estatus prefigurado. Es decir, se trata a todos los efectos de una particular, que simplemente es la pareja del presidente, por lo que tiene derecho a vivir con él en la Moncloa y a recibir la elemental protección de seguridad. Nada más. A todos los efectos se trata de una española del común.

Begoña Gómez, hoy de 49 años, es hija de un empresario leonés con variados intereses, entre ellos algunos en el negocio del vapor madrileño. Nació en Bilbao y se crio en León, hasta que se instaló en Madrid para estudiar. Sin embargo, no accedió a la universidad ni se graduó en ella. Hizo un curso de Marketing en una escuela privada llamada ESIC y un breve máster en dirección de empresas. Entre 1996 y 1998, Gómez trabaja en el Centro de Negocios Atenea, una empresa menor. En 2006 se casó con un concejal del PSOE, Pedro Sánchez, de una familia de izquierdas de bolsillo acomodado. Entre 1999 y 2018, Gómez trabaja para la consultora Inmark y asesora también a algunas ONG sobre captación de fondos.

Hasta aquí tenemos un currículo laboral sin mayor historia, lo esperable en una mujer sin cualidades descollantes y que incluso carece de un título. Pero en junio de 2018 su marido se convierte en presidente con una sorpresiva moción de censura. Casualmente, comienza el despegue fulgurante de la señora Gómez. Dos meses después de que su marido prometa el cargo, y según revela hoy Alejandro Entrambasaguas en El Debate, Gómez acude a Radio Nacional de España para grabar un podcast de poco más de cuatro minutos, que le cuesta sudores completar, porque es una oradora floja y con los conceptos poco claros. Para la ocasión se cierra una planta de los estudios centrales de la empresa pública y la acompañan el mismísimo secretario de Estado de Comunicación del Gobierno (hoy colocado al frente de EFE) y tres funcionarios de la Moncloa. La directora de RNE, recién nombrada por su marido, acude a recibirla con todos los honores y pone todos los medios de la casa a su disposición.

En paralelo, el IE repara en las enormes cualidades de Begoña Gómez y crea un departamento de nuevo cuño para que ella lo dirija, el Africa Center, donde trabajará desde 2018 a 2022, sin actividad reseñable conocida.

Poco después, la Complutense también se rifa a esta destacada profesional. Previa visita del rector a la Moncloa, se crea para ella un máster y una «cátedra extraordinaria» (aunque para ambos hay que buscar un codirector, toda vez que la fenómena carece de título universitario). Un gran banco y una importante aseguradora se apresuran a aportar dinero para la cátedra. La señora Gómez recibe también la colaboración altruista de multinacionales tecnológicas.

Es lo típico, lo que podemos conseguir cualquiera si nos lo proponemos… Llamas a RNE y te cierran una planta para grabar un podcast. Llamas al IE y te crean un Centro para África de la nada para que lo dirijas. Llamas a la Complu, y al rector le falta tiempo para darte una «cátedra extraordinaria».

Los Sánchez aterrizaron en el poder con la prepotencia de un nuevo rico y la ignorancia de quien desconoce los corsés legales de la Administración. Creían que podían hacer lo que les diese la gana y pusieron los medios del Estado al servicio de sus intereses particulares.

No sé si existe materia para una condena en tribunales, hay que dejar trabajar al juez. Pero resulta indiscutible que estamos ante un caso de nepotismo de libro, en el que el presidente utilizó las prebendas del Estado y el peso de su cargo para ir enchufando sucesivamente a su mujer. Y eso, en una democracia reglada, y no en esta broma bananera que llamamos «sanchismo», te cuesta el puesto.

(PD: No dejen de escuchar el podcast de la catedrática extraordinaria —e imputada—, que refleja las habilidades de tan exitosa profesional. Esperemos que nuestra oposición también lo haga, se desperece y actúe ante este uso abusivo de los servicios públicos en favor de una particular enchufada por su marido una y otra vez).

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