Con Sánchez, ni a tomar una Fanta
Hace bien Ayuso en plantarlo, no tiene sentido reunirse con un mandatario que te difama y cuando tu partido está pidiendo su dimisión por corrupto
Isabel Ayuso ha decidido dar plantón a Sánchez y no prestarse a su ronda de entrevistas cosméticas con presidentes autonómicos. Ha hecho bien al desoír la pauta genovesa. Y es que tras todo lo que hemos tenido que digerir desde que Sánchez llegó al poder por la puerta trasera en junio de 2018, con él no se puede ir ni a tomar una Fanta.
Si estás exigiendo su dimisión no puedes pastelear con él, por mucho que te convoque formalmente a la Moncloa. Con Sánchez ya solo cabe trabajar políticamente para echarlo, porque supone una amenaza para el orden constitucional, la unidad de España, la calidad de nuestra democracia, la memoria de las víctimas del terrorismo y la propia economía (el día que se levante la alfombra y veamos cómo está realmente la caja de Marisu nos vamos a quedar lívidos).
La ronda de reuniones en la Moncloa es marketiniana y estéril. Solo sirve para lavarle la cara a aquel que teniendo vocación de autócrata se disfraza así por un ratillo de mandatario dialogante. Esas citas tendrían un pase si a través de ellas se pudiese frenar el cupo catalán, una concesión que es injusta, insolidaria y anticonstitucional. Pero no es el caso, porque Sánchez no cede una micra, con lo cual las visitas se quedan en un besamanos hueco a la mayor gloria de Mi Persona.
El actual PP –y el de Mariano igual– arrastra un cierto complejo de inferioridad frente a la izquierda y el nacionalismo. Se ve en sus apelaciones a un añorado PSOE supuestamente bueno y sensato (que me temo que nunca ha existido). O en detalles como que en Galicia la Xunta ya está adoptando el lenguaje inclusivo de la izquierda. O en la poca pasión con que defienden el español en las aulas baleares. O en que todo indica que si volviesen al Gobierno mantendrían intacta la ingeniería social del sanchismo en temas morales.
Ese complejo de inferioridad explica que Génova ordenase acudir a la llamada de Sánchez, acogiéndose al argumento del debido «respeto institucional». ¿Respeto a quien nada respeta? Me temo que lo que había más bien en era puro miedo a que la izquierda y su cañón mediático les tirasen de las orejas.
El PP acaba de pedir formalmente la dimisión de Sánchez tras los informes UCO. Ha enfatizado que está desmontando nuestra democracia. Lo ha relacionado directamente con el torrente de mugre de Ábalos y Aldama. Ha dado por sentado que su mujer y su hermano son corruptos merced al nepotismo del presidente. Y además, lo acusa de someterse a los separatistas con una amnistía y un cupo catalán que revientan el orden constitucional.
No cabe retrato más duro. Solo les falta acusarlo de la separación de los Beatles. Entonces, ¿qué sentido tiene acudir a reuniones con él? ¿No será más coherente plantearle una batalla sin cuartel y sin tregua?
Con su decisión de plantar a Sánchez, Ayuso se muestra más coherente que su partido. Amén de que sería una auténtica masoca si acudiese a regalarle una foto diplomática a un tipo que la semana pasada la acusó sin prueba alguna de beneficiarse de los negocios de su pareja.
A estas alturas de la contienda, con Sánchez ya solo cabe aplicar aquella máxima de los únicos marxistas buenos, Groucho y sus hermanos: «¡Más madera!».