El bombero pirómano, al rescate
Para allá va Joaquín Arístegui, de inquebrantable compromiso sanchista, tras pasar por la Embajada de Bogotá, donde ha sido tan incondicional de Gustavo Petro que llegó a pedir que el Gobierno español «devolviese» a Colombia el tesoro de los Quimbayas. Con un par y la bandera de Tafalla
Napoleonchu se supera cada día. Después de dejarnos cinco meses sin embajador en Buenos Aires, retirando a una diplomática del máximo prestigio, ahora ha resuelto el embrollo nombrando a un embajador que encarna el perfil opuesto a lo que en la carrera diplomática te enseñan que debe ser el que apaga el fuego. Joaquín Arístegui, se mire como se mire, es en esta situación un pirómano.
Así, cuando se produce una crisis profunda entre países hermanos por razones de choque ideológico, lo que parece indiscutible que ha sido el caso de este incidente, lo más sensato es bajar el tono de la confrontación ideológica. Pues para allá va Joaquín Arístegui, de inquebrantable compromiso sanchista, tras pasar por la Embajada de Bogotá, donde ha sido tan incondicional de Gustavo Petro que llegó a pedir que el Gobierno español «devolviese» a Colombia el tesoro de los Quimbayas. Con un par y la bandera de Tafalla. Por no hablar del ridículo en que puso al Rey sin prevenirle del incidente de Petro, en su toma de posesión, sacando una de las supuestas espadas de Bolívar a pasear para forzar a los invitados a que se pusieran en pie al paso del sable, lo que el Monarca no hizo. Afortunadamente.
Este Arístegui es de los que son poco partidarios de estar orgullosos del legado español. Siendo él embajador en Colombia, el 23 de mayo de 2022, servidor de ustedes tuvo el honor de donar al Museo Naval del Caribe, dependiente de la Armada colombiana, una reproducción exacta de las pistolas de Blas de Lezo que se conservan en Madrid en el Museo de la Armada, donde fue tallada la reproducción. Al acto asistieron numerosas personalidades colombianas, expresidentes, exministros, el Gobernador de Bolívar… El embajador de España ni se molestó en contestar a la invitación de la Armada colombiana. Él estaba a cosas más importantes.
El ejemplo del intento de restablecer una buena relación diplomática es la antítesis de lo que hizo ayer Napoleonchu. Cuando se restablecieron relaciones diplomáticas con Guatemala después del terrorífico asalto a la Embajada de España en Ciudad de Guatemala en el que murieron 39 personas, incluyendo al segundo jefe, Jaime Ruiz del Árbol, se envió a un profesional con fama de moderado y sin compromiso político alguno: Chele Crespo. Si no conoce usted la historia de ese gran profesional, estoy seguro de que Joaquín Arístegui le podrá ilustrar.
¿No se podía haber recurrido a un profesional sin una adscripción ideológica tan marcada, que tiene una identificación tan estrecha e intensa con el actual Gobierno? Yo no debo saber nada de esa carrera, pero a mí me parece que el nombramiento de Arístegui es echar leña al fuego o como mínimo enviar un mensaje equivocado. O, dicho de otra manera: el Gobierno de España te manda a un activista redomado como embajador de la reconciliación. Si no querías sopa, toma tres platos.
Yo solo he coincidido con Joaquín Arístegui una vez cenando en la Embajada de España en Pekín invitados por aquel gran embajador que era Alberto Carnero y que el sanchismo mandó aceleradamente a un consulado africano. El 30 de abril de 2018, Verónica y Alberto Carnero nos invitaron con la delegada del CNI, la directora del Cervantes, un artista cuyo nombre no registré y el propio Arístegui. La nota de mi diario dice: «Magnífica cena, divertida e ilustrativa salvo por Arístegui». Se empeñaba en hacerse notar.
En resumen, Napoleonchu, por incompetencia, por su sectarismo, por sus ganas de provocar o por todo lo anterior, ha mandado a un embajador que representa las antípodas de la Administración de Milei. Tampoco hacía falta mandar a un liberal-conservador confeso, bastaba con haber entendido que el embajador representa a España, a Su Majestad el Rey y a todos los españoles. No al Gobierno a quien debe sin duda lealtad y obediencia, pero no militancia ciega. En lugar de eso, Napoleonchu y Sánchez han enviado a un pirómano a apagar el fuego que ellos prendieron. Con un par.