El Gobierno disponía en Valencia de efectivos militares para movilizar en el primer momento
Aparte de las irreparables víctimas y destrozos generales, esta tragedia nos deja varias lecciones. Ante todo, que una emergencia nacional debe ser gestionada y asumida por el Gobierno
Lo dijo Churchill, hay ocasiones en que la lógica se debe imponer la política. Los efectos y alcance de una emergencia como la que sufre el Levante español debe ser asumida por el Gobierno, ya que su gestión incluye la ayuda internacional, como la prontamente ofrecida por Francia, dentro del trato entre estados, y que inicialmente fue aquí rechazada. Otro ejemplo notable es la evidencia de que afrontar una situación como ésta es la necesidad de que, desde el primer momento, el Estado ponga en marcha todos los recursos que gestiona en exclusiva, como las Fuerzas Armadas en presencia en el propio territorio, y no a petición de la comunidad autónoma, ampliamente superada (como en este caso), lo que nos lleva a la necesidad de prever cómo actuar en casos como éste.
Sólo, según sus propios datos, el Ejército de Tierra tiene estos efectivos en la región valenciana: Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad (CGTAD). Headquarters NATO Rapid Deployable Corps (HQ NRDC-ESP). Mando de Transmisiones. Regimiento de Caballería Lusitania nº 8. Regimiento de Artillería Antiaérea nº 73. Regimiento de Transmisiones nº 21. Regimiento de Inteligencia 1. Regimiento NBQ nº 1. Regimiento de Operaciones de Información nº 1. Batallón de Helicópteros de Emergencia II. Batallón del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad. Batallón de Policía Militar I, aparte del Museo Histórico Militar de Valencia y el Centro de Historia y Cultura Militar.
Ante una situación como la vivida, en otros casos, los países que las han padecido, junto con las fuerzas y cuerpos de seguridad, se han montado tres centros logísticos: uno sanitario de atención a la población, reparto de medicinas y otras atenciones; otro operativo general de seguridad para evitar saqueos, y el tercero general para operaciones de desescombro, búsqueda de desaparecidos, reposición de accesos, distribución de ayuda, agua y alimentos, etc.
Aparte de las irreparables víctimas y destrozos generales, esta tragedia nos deja varias lecciones. Ante todo, que una emergencia nacional debe ser gestionada y asumida por el Gobierno; segundo, que se deben tomar las medidas adecuadas para que en el futuro, dada la seguridad de que el Dana puede repetirse, han de ser modificados, como se hizo en los años cincuenta, los cursos fluviales, los barrancos, la edificación en sus proximidades y disponer de los medios reguladores de las avenidas causadas por las lluvias, porque se sabe que puede volver a pasar.
Nuestro Gobierno reaccionó tarde, pues desde el primer momento que la dimensión de la Dana exigía afrontarla conscientes de que no era una mera crisis pasajera, sino una contingencia que desolaba una zona extensa de 200 kilómetros que exigía la respuesta adecuada y no ir paliando lo que se puede sobre la marcha, al tiempo que una vez más, como en otros casos, como fuera el del «Prestige», la gente del pueblo llano, como en Valencia, da la respuesta solidaria y ejemplar. Tampoco es momento de adoptar posturas de miserable crítica política, pese a los errores cometidos, sino de cerrar filas en torno a la respuesta pertinente. Lo que debemos aprender es la obligación de poner los medios necesarios para que, en el futuro, la nación sea capaz de disponer los medios necesarios para superar y detener los efectos de tragedias como ésta. Porque se sabe que el mismo fenómeno puede volver a producirse.