Fundado en 1910
El observadorFlorentino Portero

«Del río al mar»

Irán es el actor de referencia. A través de su Eje de Resistencia ha reordenado la región logrando lo impensable: la formación de un íntimo vínculo de seguridad, inteligencia y tecnología entre el bloque árabe e Israel

Actualizada 01:30

El ciclo de violencia provocado por el ataque terrorista de Hamás a Israel y orquestado por el Eje de Resistencia iraní parece estar llegando a su fin, por lo menos con la intensidad con la que lo seguimos viviendo. Entramos en otro período en el que nos enfrentaremos a otras vicisitudes, esta vez con una dimensión más diplomática: ¿Quién y cómo va a administrar Gaza? ¿Habrá presencia militar israelí? ¿Por cuánto tiempo? ¿Cómo se va a impedir la reorganización de Hizbolá? ¿Qué papel van a jugar las Fuerzas Armadas israelíes?

El futuro de Gaza es, sin duda, la más polémica y urgente de todas estas cuestiones, aunque está íntimamente conectada con el resto, pues la seguridad de Israel es una, no varias. Para Hamás y el Eje de Resistencia el coste de esta operación ha sido muy elevado, pero seguimos dentro del guion que rige su estrategia. Para ellos resulta inaceptable la opción de dos estados en lo que fue la Cisjordania durante el Mandato británico. Del Jordán al Mediterráneo, «del río al mar». Cualquier opción que pase por el reconocimiento y consecuente legitimación del Estado de Israel es inaceptable. En este tema las diferencias con los nacionalistas palestinos no son tan grandes. Aunque estos últimos aceptaron hace tiempo esta solución, han hecho todo lo posible para hacerla inviable. Para todos ellos, nacionalistas o islamistas, Israel es un resto del colonialismo occidental legalizado por las Naciones Unidas en un tiempo en que la Organización se encontraba bajo la influencia de las potencias occidentales. Una situación que habría que revertir.

Más allá de la posición de las distintas formaciones palestinas tras lo ocurrido en octubre –responsabilidad directa de Hamás, respaldo de la Autoridad Palestina e inmediata movilización de sus organizaciones afines en la esfera internacional– la sociedad israelí no confía en los palestinos, ha perdido toda esperanza de poder llegar a un entendimiento. La opción de dos estados ha desaparecido de la mesa de negociación, en el hipotético caso de que existiera tal mesa.

Si no hay negociación nos hallamos ante un escenario de ocupación militar de la Franja ¿Con ánimo de reconstrucción? Aquí el problema no reside tanto en quién paga la recogida de escombros y las nuevas edificaciones como en quién se va a responsabilizar de la Administración, garantizando además que Hamás no recupere influencia. No hay una respuesta fácil. Por otro lado, Israel no puede mantener la movilización de reservistas durante mucho tiempo, pues se realiza a costa de su tejido productivo.

El actual gobierno de Israel es la consecuencia directa de los problemas de Netanyahu con la Justicia y de su voluntad de ahormarla a su gusto y necesidad. Se compone de nacionalistas, gentes poco ejemplares y representantes de grupos religiosos. Su indisimulado deseo por ocupar definitivamente todo el territorio, «del río al mar» –el sueño palestino para erigir su propio Estado tras acabar con Israel– se ha encontrado con una oportunidad de oro. Por un lado, la llegada de Trump a la Casa Blanca arrastra con él a buena parte de los que, desde el campo evangelista o político, están convencidos del derecho de Israel a la plena ocupación o de su inevitabilidad por los errores cometidos por los palestinos. Por otro lado, ¿a alguien se le ocurre una fórmula alternativa para desatascar la situación a la vista del posicionamiento del conjunto de las fuerzas palestinas durante la crisis?

Irán es el actor de referencia. A través de su Eje de Resistencia ha reordenado la región logrando lo impensable: la formación de un íntimo vínculo de seguridad, inteligencia y tecnología entre el bloque árabe e Israel. A pesar del alto número de víctimas civiles el vínculo ha resistido, al entender los dirigentes árabes que las bajas civiles eran responsabilidad de Hamás por utilizar a los gazatíes como escudo humano. Sin embargo, sería un error pensar que Israel tiene carta blanca para disponer de la población palestina. Como recientemente ha recordado el príncipe heredero saudí, el futuro de esas relaciones pasa por la garantía de su seguridad. Y eso, en estas circunstancias, ¿cómo se consigue?

La plena ocupación del territorio llevaría a dos problemas no menores. El primero es legal y Estados Unidos podría «resolverlo» como ha hecho con la cuestión del Sáhara, pero dudo que en esta ocasión encuentre tanta comprensión internacional. El segundo es humanitario ¿Cuál sería el destino de la población, de los aproximadamente cinco millones de palestinos, no nacionalizados israelíes, que viven entre Gaza y Cisjordania? De manera inminente ¿Qué va a ocurrir con los gazatíes? La tentación de provocar una migración hacia otros países árabes sería difícilmente aceptable por estos, además de provocarles un nuevo problema. Ninguno de estos estados quiere recibir un solo palestino más a la vista de los problemas que han creado allí donde han ido.

Israel está tensando las costuras de su relación con sus vecinos árabes. Paradójicamente Irán es su principal activo diplomático. El régimen islamista de Teherán ha creado unos singulares compañeros de cama. Sin embargo, el guion sigue vigente y a la postre los ayatolás situarán a Israel en una posición crítica en la que sus éxitos militares y de inteligencia podrían volverse en su contra.

comentarios

Más de Florentino Portero

  • El futuro de nuestra relación con Estados Unidos

  • fportero
  • ¿Qué pasó?

  • Unas elecciones que nos importan

  • El atractivo ruso

  • No todo tiene solución

  • tracking