Sánchez, entre profeta y pitoniso
El presidente del Gobierno es el santo y seña de la pureza democrática y nunca ha mandado a ningún brazo armado a difundir información. Debe ser que su fiscal general del Estado está imputado por robarle el bocadillo a un compañero del cole
Dice Pedro Sánchez que el PP tiene información privilegiada sobre decisiones judiciales. Se basa en que Miguel Ángel Rodríguez se ufana en las redes sociales de que determinados cargos socialistas van «p'alante» antes de que los encause un juez. Y lo dice Pedro I El Pitoniso, que nos adelantó que «habría más», «habría más» datos sobre las hipotéticas concesiones de la Xunta de Galicia a la empresa en la que trabajaba la mujer de Alberto Núñez-Feijóo –información averiada, que luego tuvo que desmentir un periódico (el medio justifica el fin). Tampoco debe ser información privilegiada, sino infalibles dotes de videncia, que su número dos, la inigualable María Jesús Montero, adelantara en el Senado el pasado 23 de octubre que sobre el novio de Díaz Ayuso había salido una información «que a todos nos escandalizará» sobre un posible fraude fiscal. Y añadió, cuando todavía la filtración no estaba en manos de los diarios amigos, que Alberto González Amador «está viviendo en un piso que se pagó con fraude a la Hacienda Pública y que se pagó con las comisiones, respecto a las mascarillas, en la peor situación de la pandemia». Pero eso no era información privilegiada ni vulneración de la Ley Tributaria, que incluso restringe el acceso del ministro de Hacienda a datos reservados de los ciudadanos. Eso solo estaba en manos de la bruja Lola, o de Marisú Montero, o del presidente del Gobierno, el mejor aprendiz de arúspice.
Así que dice que le preocupa la connivencia de los tribunales con el líder del PP, que este juega con «cartas marcadas». Menos mal que Pedro Sánchez es el santo y seña de la pureza democrática y nunca ha mandado a ningún brazo armado a difundir información para hacer daño a un ciudadano anónimo. Debe ser que su fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, está imputado por robarle el bocadillo en la merienda a un compañero del cole. Eso de que el Tribunal Supremo le está investigando por filtrar un expediente fiscal de la pareja de una rival política del jefe al que debe lo que es, es una alucinación propia de la prensa de la fachosfera, que no tiene clemencia con los pobres chicos progresistas.
El que Koldo le dijera por anticipado a Víctor de Aldama que el Gobierno iba a librar 450 millones de euros para rescatar a Air Europa tampoco era traficar con datos reservados, en manos del Consejo de Ministros. O que Begoña Gómez mandara llamar al rector de la Universidad Complutense para decirle que iba a conseguir financiación para su máster, quizá porque iban a contribuir a ella empresas participadas por el Estado, tampoco es jugar con naipes marcados. Qué va.
Y luego está la gran revelación por ciencia infusa a la que tuvo acceso el socialismo. Que el juez De Prada, un libertador, introdujera en la sentencia de la Gürtel una frase que rezaba: «se creó en paralelo un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional», en referencia al PP de Rajoy, aseveración que sirvió de pretexto político para que Sánchez y Ábalos presentaran, con la complicidad del felón PNV, una moción de censura contra Rajoy a primeros de junio de 2018, fue pura casualidad. Solo maledicentes pueden ver en esa coincidencia en el tiempo y en los objetivos un conocimiento previo por parte del entonces líder socialista del tenor de ese párrafo, que luego mereció un reproche del Supremo, que fue una palanca para usar como instrumento político y conseguir lo que no se había logrado en las urnas. Es más, seguro que De Prada y Sánchez ni se conocían entonces.