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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El estreno de ‘El Mesías’

Garantizamos que lo que viene a continuación les puede sorprender

Actualizada 01:30

La gran música tal vez sea la forma de expresión artística más elevada del ser humano, hasta el punto de que algunos melómanos la denominan las matemáticas de Dios. Muchos creyentes cristianos tienen —o tenemos, si aparece el cada vez más raro oasis del tiempo y el silencio necesarios— la reconfortante costumbre de conmovernos cada Semana Santa escuchando La Pasión según San Mateo, de Bach, y de elevarnos en Navidad con la luminosa esperanza de El Mesías de Handel.

El Mesías de Georg Friedrich Handel es una de las obras más emblemáticas de la música clásica y un pilar del repertorio coral. Su estreno tuvo lugar el 13 de abril de 1742 en Dublín, y desde entonces ha capturado los corazones de millones de oyentes en todo el mundo. La historia de El Mesías comienza en 1741, cuando Handel, un compositor alemán que había hecho su carrera en Inglaterra, se sintió inspirado para escribir una obra que reflejara la vida de Jesucristo. La idea surgió en un momento en que el gran maestro enfrentaba dificultades financieras y una disminución en su popularidad. Sin embargo, su pasión por la música y su fe lo llevaron a componer esta obra monumental en un tiempo sorprendentemente corto: solo 24 días.

Es un oratorio dividido en tres partes, que abordan la profecía del Mesías, su nacimiento, su pasión y su resurrección. La obra se basa en textos bíblicos, principalmente del Antiguo y Nuevo Testamento, y está compuesta para solistas, coro y orquesta.

Desde su primera interpretación, el oratorio ha sido aclamado por su belleza musical y su profunda espiritualidad.

 El estreno en Dublín fue un evento significativo. Se llevó a cabo en el New Music Hall, con libreto del terrateniente inglés Charles Jennens. La interpretación fue un éxito rotundo y se recaudaron fondos para ayudar a presos y a hospitales de la ciudad irlandesa. Este acto de caridad ayudó a establecer una conexión entre la obra y la comunidad, algo que ha perdurado a lo largo de los años.

A pesar de su éxito inicial, El Mesías no fue inmediatamente reconocido en Londres. Solo después de varias interpretaciones y con el tiempo comenzó la obra a ganar popularidad. En 1750, Handel realizó una serie de conciertos benéficos en Londres, donde ya se presentó con gran éxito. A partir de entonces, este oratorio se convirtió en un elemento básico de la temporada navideña y de conciertos de música clásica. Una de las características más memorables de El Mesías es su famoso coro «Hallelujah», que se ha convertido en un símbolo de la obra y de la música.

Y ahora empieza lo interesante: yo solo he escrito el primer párrafo de todo el texto anterior. El resto lo ha compuesto en menos de un minuto el servicio más popular de Inteligencia Artificial, ChatGPT, al que le he pedido que me escribiese 500 palabras sobre el estreno de El Mesías. No he tocado una coma y me lo ha hecho gratis (existe una versión de pago todavía mejor). No es un texto de premio Pulitzer. Creo que yo habría sido capaz escribir algo más literario y emotivo al respecto. Pero resulta fascinante, desde luego. Y también aterrador para los que nos dedicamos a escribir, pues es evidente que estos bots de IA van a mejorar y pueden prejubilarnos en breve.

Estos días, algún amigo les habrá enviado por guasap un divertido vídeo donde algunos políticos españoles que se odian aparecen abrazándose y besándose, vestidos con esos jerséis de colorines típicos de la Navidad. Esa peliculilla tan graciosa está montada con programas de IA, pero las imágenes resultan realistas, verosímiles. La red X de Elon Musk —el viejo Twitter— ha incorporado una pestaña donde de manera sencillísima puedes realizar fotomontajes perfectamente realistas en cuestión de segundos. Escribes, por ejemplo: «Hazme una ilustración de Sánchez y Abascal bailando agarrados y sonriéndose». Y la máquina te devuelve al instante esa estampa. Si le dices que te la convierta en una pintura, o en un cómic, sin problema, hecho. Algunas de esas ilustraciones presentan ya una calidad extraordinaria. Y todavía estamos en pañales del invento.

Antonio López se pasó años al pie de su caballete en el arranque de la Gran Vía de Madrid para pintarla a su estilo hiperrealista. Muy pronto —sino ya— podremos tener albergada en un programa de IA toda la obra de López e instruir a la máquina con sus características creativas. Hecho eso, le diríamos: «Píntame la Puerta del Sol al estilo de Antonio López». Lo que nos devolverá en un minuto no diferirá demasiado de lo que habría hecho el maestro con enorme esfuerzo y larga dedicación. Con la música sucede otro tanto. Si instruimos a la máquina en la obra del delicioso Ludovico Einaudi, o del sugerente Max Richter, la IA compondrá piezas a su estilo que darán perfectamente el pego.

Esta revolución se está fumando además los derechos de autor, pues chupa de aquí y de allá sin pagar (Paul McCartney acaba de elevar una sonora queja al respecto). Por supuesto, muchos ilustradores y creadores de fotomontajes se verán igualados por las máquinas —o superados— y se volverán superfluos. La IA también lee mejor las pruebas médicas que los especialistas humanos y se considera que sería un juez más imparcial en los tribunales que los de carne y hueso, porque puede memorizar toda la legislación, hasta la última coma, y repasarla al instante; y además no se deja mediatizar por la apariencia del acusado y el teatro dialéctico de abogados defensores y fiscales. Si se quisiese, los vehículos autónomos podrían ser una realidad mañana mismo, provocando una marea de millones y millones de conductores en paro. También muy pronto se podrá montar fotos y vídeos con la imagen de cualquiera de nosotros en situaciones comprometidas, o denigrantes, y serán exactamente iguales a la realidad, incluida nuestra voz diciendo cualquier burrada.

El gran Handel se hizo eterno allá en su siglo XVIII, elevando al mundo con su talento, expresado a golpe pluma, tinta y papel. ¿Cómo será un músico del siglo XXII? ¿Conservaremos la superioridad sobre las máquinas? En fin… Ojalá tengan la gentileza de seguir leyéndome en esta era de los robots, aunque solo sea por nostalgia de aquello que se llamaba el toque humano.

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