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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Bonilla: con Junts, ni a jugar a la canicas

El PP tendrá un problema serio si no entiende que está ahí para combatir al partido de Puigdemont y todo lo que representa, no para compadrear con él

Actualizada 01:30

Juan Manuel Moreno Bonilla, de 54 años, tiene un mérito innegable. Y es que marcó un hito político al convertirse en el presidente que acababa con la hegemonía del PSOE en Andalucía, que semejaba perpetua. Además, una vez en el cargo ha logrado crear un estado de ánimo optimista sobre las posibilidades de Andalucía, que en efecto lo tiene todo para convertirse en la sorpresa positiva de España en este siglo XXI. Por último, es innegable su pegada electoral. Cae bien al público, con su sonrisa fácil y sus buenas maneras.

Moreno Bonilla atiende al prototipo de político al uso hoy en día: se afilió a los 19 y vive del partido desde los 25 años, cuando que se hizo concejal. Con el PP ha sido diputado autonómico, nacional, secretario de Estado con Rajoy, senador, y ahora, presidente autonómico.

Juanma Moreno formaba parte del espectro de Soraya Sáenz de Santamaría, que perdió el congreso de sucesión de Rajoy contra el más tarde fallido Casado. Soraya poseía un elevadísimo concepto de sí misma y Mariano le alquiló el día a día de la maquinaria del Gobierno. Pero creyéndose la más lista de la clase, la presidenta cometió dos errores garrafales: posibilitó un modelo televisivo que ha dado alas a la izquierda y permitió que el taimado Junqueras la torease, pues era la encargada de evitar el referéndum ilegal y acabó habiéndolo (y hasta una declaración de independencia).

Pero Soraya, a la que no vamos a negar su intensa dedicación en las simas de la crisis, presentaba un problema más, que sigue aquejando hoy a parte del PP: era alérgica a las lizas ideológicas, practicaba un centrismo pragmático, que en realidad no difería demasiado de la manera de pensar que pudiese tener un político moderado del PSOE.

A Moreno le pasa un poco lo mismo. Si forma parte de un partido de centro-derecha, lo cierto es que disimula bastante bien. El pasado viernes, en el día de la Conferencia de Presidentes, sorprendió en una entrevista en TVE sosteniendo que el PP debe tener «las mejores relaciones posibles con Junts», porque a su juicio es «una fuerza política democrática». Lo curioso es que él mismo añadía que Junts «defiende una quimera, un disparate, como es un proceso de separación con España con el que estoy en absoluto desacuerdo». Entonces, Juanma, si Junts defiende un disparate que resultaría letal para España, ¿cómo se digiere eso de que hay que llevarse con ellos lo mejor posible?

Un fantasma naif y moralmente equivocado recorre parte del PP. Es la idea de que se puede tantear la vía Junts para relevar a Sánchez. Naif, porque a la hora de la verdad Puigdemont nunca apoyará a los pánfilos que buscan su auxilio desde el constitucionalismo español. Inmoral, porque un partido que aspira a relevar a un PSOE rendido a los separatistas no puede estar dispuesto a coquetear con una formación que dio un golpe contra España en 2017, que tiene un ideario supremacista, que está dirigida por un excéntrico prófugo de la justicia española y que ha protagonizado algunos de los casos de corrupción más hediondos de la política reciente (desde los pufos que acabaron con CiU hasta la condena por corrupta de Borrás, pasando por el tinglado de mordidas del venerable patriarca Pujol en el Gobierno catalán).

Cada vez escucho más quejas de votantes habituales del PP que no entienden de qué va exactamente ahora mismo («Feijóo debe estar buscando las gafas de enfocar», me decía ayer mismo uno de ellos bromeando). Decir que Sánchez es muy malo y que hay que echarlo y señalar sus casos de corrupción es obligado –¡qué menos!–, pero no basta.

¿Qué visión de la vida alternativa a la del PSOE propone el PP? ¿Son intercambiables en lo que hace a la ingeniería social que han traído Zapatero y Sánchez? ¿Propone el PP realmente políticas liberales, o simplemente seguiría con la socialdemocracia del PSOE con leves toques de alivio y más control de la caja, como hizo Rajoy en su día? ¿Qué proyecto ilusionante de futuro ofrece a los millones de españoles hartos de un modelo de resentimiento social, igualación a la baja, subvenciones estatalistas y empanada woke?

Con Junts no se puede ir ni a jugar a las canicas. Y alguien debería estar diciéndoselo a Bonilla –y tal vez también a sí mismo– con todas las letras.

España necesita una alternativa, optimista y en positivo. No se trata de ofrecer desde una supuesta derecha el retorno al PSOE de la era de Felipe González. Por favor, rectifiquen (y lean y piensen más, porque lo que mueve el mundo son las ideas, no los tuits y los canutazos). Nadie vota al PP para que se encame con Junts. Espabilen, que están a tiempo.

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