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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

El ludópata Reynders

¿Qué debemos colegir, que en el oscuro grupo «Comisión Europea», además de atribuirse más y más competencias con una limitadísima legitimidad democrática, ocultan los delitos de sus miembros? Porque blanquear dinero (obviamente negro, si no a qué el blanqueo) es delito

Actualizada 01:30

Estamos siendo muy duros con el pobre Didier Reynders, comisario que fuera de Justicia en el extraño grupo llamado Comisión Europea. El grupo muda, y ahora mismo Reynders ha saltado, del mismo modo que Teresa Ribera ha ido a caer en él. Hay algo de capricho, cada país miembro elige a un comisario. Pero hay que matizar. El propuesto puede ver frustrada su candidatura cuando el presidente del inquietante órgano no acaba de verlo claro. Le pasó al bravucón de Thierry Bretón. El presidente es una severa alemana en la que se materializa el cliché «severa alemana». Seca, borde, impávida, la ira y el desprecio escapando por una comisura de los labios, creo que la derecha. Otro rasgo de alemana pureta es que cuando ve a Sánchez debe pensar en algún camarero de Ibiza (de los años setenta) porque por un momento la rama seca parece que vaya a florecer ante el tronco español. Pero dura lo que una foto, una que todos buscan cámara en ristre sin respetar el espacio y la integridad ajenas, como suelen hacer los fotógrafos. Son conscientes de que su fortuna, su sino, su destino se pueden jugar en medio segundo: codazo, disparo, patada. Y hablando de jugar, volvamos al pobre Didier, tan maltratado.

El problema de la ludopatía no se capta en su verdadera esencia leyendo libros de psicólogía. Hay que leer a Dostoyevski y a Zweig. Solo en ‘El jugador’ y en ‘Veinticuatro horas de la vida de una mujer’ alcanza uno a identificarse (fugazmente) con lo que la pasión destructiva del juego puede hacer en el alma de un hombre. De ahí mi compasión hacia el pobre Didier. Incapaz de enderezarse, de cumplir lo que noche tras noche se promete en silencio, incapaz de conciliar el sueño, sale cada tarde con dos mil quinientos o tres mil euros en el bolsillo para tirarlos, para arrojarlos a las fauces de la bestia que posee su voluntad. Gentes poco empáticas sostienen que el pobre Didier blanqueaba dinero. Eso es por la tendencia a hacer leña del árbol caído, que a moro muerto gran lanzada. Las acusaciones solo comenzaron el día en que dejó de ser comisario de Justicia.

¿Qué debemos colegir? ¿Que en el oscuro grupo «Comisión Europea», además de atribuirse más y más competencias con una limitadísima legitimidad democrática, ocultan los delitos de sus miembros? Porque blanquear dinero (obviamente negro, si no a qué el blanqueo) es delito. Y además, por definición, es el tipo de delitos que suele esconder uno o más delitos adicionales. Salvo que uno quiera creer que el pobre Didier compaginaba sus tareas como comisario de Justicia con las de blanqueador por cuenta ajena. No. Didier debía tener una herencia en metálico, como Jordi Pujol y, a diferencia de este, se la jugó. La prueba definitiva de su ludopatía es que apostó a favor de que el Gobierno español impulsaría el cambio del sistema de elección de los vocales del CGPJ en seis meses. Me parto.

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