Pedro y la dana
La huida de Sánchez ha terminado: sus omisiones durante la catástrofe son de una gravedad extrema que no se puede ocultar
A Sánchez le preocupan mucho las 'catástrofes climáticas', siempre y cuando no ocurran en España. En ese caso, se convierten en un asunto doméstico, ajeno a él en términos ejecutivos, y son un mero pretexto para ejercer de juez de la horca de terceros, con la complicidad de torpes como Carlos Mazón.
La dana valenciana solo le ha servido para pontificar por medio mundo contra el cambio climático, esa evidencia científica cuyas causas y soluciones, sin embargo, hemos de discutir, y para justificar todo tipo de tropelías ideológicas y fiscales, como casi todas las causas más inflamadas por la izquierda, convertidas en un negocio económico y electoral: la inmigración, la igualdad o el universo LGTBI son pretextos para intentar extraer beneficios en las urnas, para construir bloques ficticios y para abrir obscenos chiringuitos clientelares, abrevando todos del erario y elevando la presión impositiva hasta extremos confiscatorios.
Con esos discursos, resulta ya de entrada insólito que un presidente decente no se dé por aludido por un drama provocado por la combinación de una naturaleza enrabietada y unas medidas preventivas lamentables, diga lo que diga la ley: si hubiera algo de verdad en sus palabras, de decencia en su cabeza y de empatía en su corazón, se hubiese activado como un resorte para ayudar.
Pero es que además lo exige la Ley: este periódico sostuvo, desde el primer momento, que la responsabilidad de Sánchez no era negociable, que la legislación vigente le obligaba a actuar antes y después de los hechos, que él mismo había definido específicamente sus competencias formales con una descripción milimétrica de en qué escenarios y con qué herramientas debía aplicarlas y que incluso, había ensayado algo idéntico a la dana en Huesca para practicar el despliegue oportuno en un caso real.
Lo que ya decía la legislación vigente, además del sentido común, lo refrenda ahora el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, con una resolución pionera a instancias de El Debate que obliga al líder socialista a dar explicaciones sobre todas sus omisiones, a documentar lo que hizo y no hizo, a rendir cuentas públicas por un comportamiento intolerable, resumido en una frase para la posteridad: «Si necesitan ayuda, que la pidan».
En realidad, ya sabemos las respuestas: Sánchez no hizo nada porque estaba en La India hablando de sequía y de cena con su mujer; porque prefirió aprobar un decreto para asaltar RTVE que para declarar una «situación de interés general»; porque vio en esta tragedia una oportunidad de dar un vuelco en la Comunidad Valenciana para mejorar sus quebradas expectativas electorales en un lugar clave y porque, para él, la única víctima importante fue él mismo, agredido en Paiporta por fascistas, según su impúdico relato ficticio en medio de un cementerio inundado con más de 200 muertos y miles de personas abandonadas en las calles.
Nada de esto libra a Carlos Mazón de sus propias responsabilidades, que son morales, legales e institucionales y todo el mundo conoce, pero las contextualiza en su justa medida: ninguna incompetencia menor es de superior gravedad a la negligencia mayor, que fue la del presidente del Gobierno, rematada por una campaña pornográfica de persecución ajena y huida propia que debe acabar ya, por respeto a las víctimas.
Porque los muertos y los daños en Valencia se merecen la verdad y no un espectáculo tristísimo en el que, la misma persona que ejerce de Greta Thunberg cuando se sube al Falcon, quiere hacer pensar a los ciudadanos que tiene las mismas funciones con una catástrofe nacional que con la erupción de un volcán en Islandia. Y no, claro que no.