Cartas al director
Remover el pasado
No hay que remover ni identificar huesos de nadie o airear tozudamente los defectos e imperfecciones que los seres humanos tuvieron en su vida mortal, tampoco los de las personas señeras de la cultura. ¿Qué adelantamos con saber si los huesos, sepultados en las Trinitarias de Madrid, pertenecen o no a Cervantes o están mezclados con los de su mujer u otras personas anónimas? ¿Qué conseguimos con resolver el misterio de que al cadáver de Goya le falte la cabeza o que se ignore dónde está enterrado Velázquez? Sorprende en esta sociedad tan descreída y materialista el «culto al muerto». Por otra parte, nadie cree que le quite mérito a la obra de Galdós el que éste fuera un trapacero para ocultar sus muchos líos con innumerables amantes, o Leopoldo Alas Clarín un intelectual aficionado al juego, Unamuno un egocéntrico, Baroja un cuco y cascarrabias, o Cela tachado de soberbio y amante del dinero. Los huesos y los defectos o carencias de las personas no transmiten la emoción, la belleza, la sensibilidad o la sabiduría que nos otorga una obra de arte. En un mundo sin valores y como continuado homenaje a los grandes escritores, lo mejor que podemos hacer es leer y releer, empaparnos del humanismo, humor y sapiencia que emanan de sus inmortales obras literarias. Estas sí que no morirán nunca.