Cartas al director
El aborto
En México sale un millón de personas a reivindicar la dignidad de la mujer y a manifestarse en contra del aborto. Me parece muy bien. Hay que hacerlo, animar y apoyar. La ley abortista pretende además acabar, como en tantos otros sitios, con la objeción de conciencia. Por eso hay que salir a la calle y manifestarse, sí.
Pero, qué fácil es caer en el engaño del enemigo. ¿En qué consiste? Pues en lo siguiente: los esbirros de la muerte amenazan, no solo con matar, sino con obligar a matar a los que están en contra, eliminando la objeción de conciencia. Y entonces, los esbirros de la muerte mostrarán su condescendencia y no suprimirán la objeción de conciencia. Y todos, los provida y los obispos estarán muy contentos pensando que ha sido una gran victoria porque se ha logrado salvar la objeción de conciencia. Pero en México, como en tantos otros países, se seguirá asesinando a cientos de miles de niños no nacidos. Pero no podemos quedarnos tranquilos porque no nos vayan a obligar a hacerlo a nosotros.
El aborto es llamado con toda razón el holocausto silencioso. Es un holocausto inmensamente mayor que el que padeció el pueblo judío con Hitler, aunque a algunos no les guste esta afirmación. Pero la verdad es esa. Pues bien: ¿alguien se quedaría contento y tranquilo porque no lo obligaran, a él, a matar judíos?
Decía el obispo mexicano: «Invito a toda la gente piadosa a que, además de rezar, hagamos algo más». Sí, además de rezar por la vida de los no nacidos, por sus madres, por sus asesinos y por los gobernantes que promueven, fomentan y financian esos crímenes, parece que habría que hacer algo más.