Cartas al director
La otra crisis: el ser o no ser del reciclaje en la escuela
Esta terrible pandemia nos ha trastocado la vida, quizá ya para siempre. Dicen que poco a poco iremos volviendo a la normalidad, pero la realidad del día a día nos hace ver que algunas cosas ya no volverán a ser iguales. Y es que en algunos centros educativos el reciclaje se ha transformado en una lamentable pantomima.
No son pocas las personas que se quejan del negocio redondo que resulta para algunos eso de reciclar papeles, plásticos, vidrios y demás. Porque somos nosotros los que pagamos los recipientes, envases y bolsas cuando compramos en un establecimiento, los que nos preocupamos de separar el papel, el plástico, el cristal o lo orgánico y llevarlo a su correspondiente contenedor, y los que volvemos a pagar cuando nos llega el recibo del organismo correspondiente. Ese que se encarga, según parece, de darle una nueva vida al material reciclado que nosotros les hemos facilitado. Pagamos dos veces de nuestro bolsillo todo ese tinglado del reciclado y dedicamos un tiempo precioso, que no se paga con dinero, en clasificar y transportar ese material, con la sola y altruista esperanza de aportar nuestro granito de arena en esa batalla mundial por frenar las terribles consecuencias del imparable cambio climático. Pues esa esperanza ecológica, en parte por culpa de esta pandemia, se ha disipado en algunos colegios.
Dicen que «del dicho al hecho hay un buen trecho» y más todavía en lo referente al reciclaje. Las malas lenguas afirman que los camiones que recorren las calles en busca de los contenedores de reciclaje no hacen distinción de productos y los vacían todos juntos y revueltos. Pues algo parecido ocurre en algunas escuelas. Resulta que por culpa del virus dichoso, el personal de limpieza ha de desinfectar las aulas, pasillos, váteres, despachos… varias veces al día. Y claro, nos les da la vida, ni el sueldo, para ir separando los plásticos, los papeles y lo orgánico y después llevarlo todo a sus respectivos contenedores. Eso sí, «el dicho» permanece intacto, pues en cada una de las aulas permanecen impasibles los recipientes de color azul, amarillo y marrón, para que los maestros puedan seguir insistiendo en lo terrible que es el cambio climático y lo necesario que resulta eso del reciclar. Y los alumnos, muy concienciados ellos, se esmeran en un «hecho» que no les sirve para que sean de verdad ciudadanos comprometidos con el medio ambiente. A ver si este virus pasa pronto, la limpieza de los centros escolares se realiza una vez al día y eso del reciclaje deja de ser un puro y penoso teatro.