Cartas al director
Embriones congelados
Leo la noticia de que en España hay más de 668.000 embriones humanos congelados: «Todos reconocen –continúa la noticia– que son seres humanos. La cuestión es si tienen dignidad». Lo cual me lleva a hacerme la siguiente pregunta: ¿no habíamos quedado en que la dignidad, o «cualidad de digno», hace referencia al valor inherente del ser humano por el simple hecho de serlo? Por lo tanto, ¿no se trata de una cualidad intrínseca, consustancial, al ser humano y no otorgada por alguien?
Muy enferma debe estar una sociedad que separa al ser humano de su dignidad; por ejemplo: se afirma que la existencia del dolor acaba con la dignidad humana, «una enfermedad hace que el enfermo no tenga una vida digna», ligando la dignidad a la salud. O lo mismo se piensa con la carencia de bienes materiales. O invocando el suicidio asistido –o sea, que alguien mate a alguien– para tener una muerte digna.
Conviene, entonces, repasar qué es eso de la dignidad humana: estamos de acuerdo que la vida de todo ser humano es sagrada e inviolable, es decir, todo ser humano tiene en sí mismo, y por el hecho de serlo, un valor absoluto. Claro, esto implica la asunción de un Ser Superior –Dios– que ha creado al hombre a su imagen y semejanza y está involucrado en su existencia. Pero si arrancamos a Dios de la vida del ser humano, ¿de dónde colgamos su dignidad? Se queda sin sustancia, sin fundamento y, por lo tanto, queda desprotegida al albur de las modas o de los caprichos o conveniencias de unos cuantos.
Para terminar: ¿qué hacemos con la vida de esos más de 668.000 seres humanos? ¿Investigamos con ellos como hizo el tristemente célebre doctor Mengele? Porque solo les diferencia el tamaño.