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Cartas al director

Desesperación de Sánchez

El rechazo al arrogante presidente se sigue produciendo en la calle, pese a que se ponga muy exquisito y que se elija con lupa el lugar y las personas para los 30 mítines y la autopromoción. No sabemos hasta dónde será capaz de arañar y engañar para mantenerse en el poder y aumentar el totalitarismo, si ello es posible. Pero de lo que no me cabe duda es de que no abandonará la Moncloa, sea lo que sea lo que tenga que hacer, legal o ilegal. Y lo que es muy cierto es que, en vez de dedicarse a gobernar, algo que no sabe hacer, se dedicará a dar sermones, que lo hace muy bien.

Pero lo que está muy claro es que le estamos pagando a este señor para que gobierne y él se dedica a la autopromoción y a dar mítines, además sin ser periodo electoral; naturalmente, como cualquier dictador, hace lo que quiere y cuando quiere, sin que pueda haber nadie que le tosa. Pero más aún, utiliza el Palacio de la Moncloa para dar esos mítines, ¿hay algo más inmoral e indecente? Y si examinamos el contenido de los mismos, encontramos un derroche de mentiras relativas a la guerra civil, al desarrollo del Gobierno de Franco y al comportamiento de los radicales de la izquierda que provocó aquel triste enfrentamiento entre los españoles. Cada día nuestro ínclito Sánchez se parece más a Maduro, a los Castros, a Daniel Ortega, a Kim Jong-un y otros similares.

Que nuestro presidente es un mentiroso compulsivo es algo de dominio público y conocen todos los españoles; también que se arrodilla ante los terroristas para que le mantengan en el poder, e igualmente ante los independentistas. Pero es que si no lo hace así, hace tiempo que le habrían despedido, ya que con el solo apoyo de los populistas bolivarianos (con los que no podría dormir si estuvieran en el Gobierno), no le basta para vivir en la Moncloa. La contrapartida de estos apoyos ya los conocemos y los conoce el pueblo español, pues los abucheos y los pitos que le brindan en todas partes, no son gratis ni por vicio, son una reacción natural y espontánea de todo un pueblo desesperado de tanta incapacidad para gobernar. Si tuviera un mínimo de decencia, este señor dejaría de burlarse de los españoles y se marcharía a su casa.

Pablo D. Escolar

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