Cartas al director
Más de 40 años de Constitución
Qué les pasa a algunos que nacieron antes y otros después de esos cuarenta y cuatro años, que se empeñan en mirar el pasado sin saber qué hacer con el presente, ni tampoco con el futuro. La Historia que tanto enseña en cuestión de unión y de paz, ha dejado mucho que desear.
He vivido lo suficiente para tener bastante cúmulo de asombro, por eso no me sorprende la realidad política que estamos viviendo, es como una maldición de luchas ideológicas, como si fueran batallas triviales, que domina nuestra azarosa vida en común.
Los españoles que nacieron antes del 78 y quieren mirar el pasado, o no conocen la Historia o no tienen memoria. Y los que han nacido después no han necesitado encomendarse ni a Dios ni al «diablo» para que les proteja de la Historia de su país. Todos esos españoles han tenido la gran suerte de nacer en una España democrática, con una Constitución llena de concordia, paz y libertad, donde cada español tiene sus derechos y obligaciones, con adecuada protección. Esta Carta Magna es la ley de leyes, por eso se debe cumplir, por todos. Si no, no habrá democracia.
Hoy, cuarenta años después, España se enfrenta otra vez a las luchas ideológicas como si la Constitución no nos haya enseñado nada.
La generación de españoles que menos penurias a sufrido es la que está dinamitando España. No son jóvenes marginales, son los proclives a la revuelta contra el régimen de acumulación de política, no quieren las vicisitudes de las relaciones de producción, ni régimen de trabajo, un sistema distinto al de sus progenitores. La política ha inventado una nueva juventud. Y esta termina comportándose como lo que es. Una especie de sociedad que desprecia y se revuelve contra su propia razón de ser. Ser joven es derrochar lo propio y sobre todo lo ajeno. Gritando y pateando mobiliario urbano. Eso les ha enseñado la política. No les recrimino, ya me han insultado y amenazado solo con verlos. Sus padres sabrán lo que les han enseñado en casa. Recuerdo un refrán: lo que en casa no se da, Salamanca no presta…