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Cartas al director

El espejo del político

Desde que empezó a gobernar el «doctor» Sánchez, empezó a mirarse en el espejo, con una Administración paralizada por el virus, realizando un esfuerzo sin precedentes en la propaganda de su gestión (por lo mal que lo estaba haciendo) con ruedas de prensa diarias, a veces de varias horas, en las que repetían siempre los mismos mensajes, como los charlatanes de ferias. Y el «iluminado» «doctor» Sánchez comparecía cada domingo y a la misma hora, con el mismo sermón, repitiendo hasta la saciedad que se limitaba a seguir las recomendaciones de los expertos. Sin saber quiénes eran los «expertos». Que cambiaban de criterio un día por la mañana y otro por la tarde, enredándose en las cifras de fallecidos con explicaciones incomprensibles e incoherentes. Los datos fueron desoladores. Y después de tres años, seguimos igual o peor. Con sus decretos leyes. Leyes confusas y desastrosas para la convivencia de la sociedad. Para su enfrentamiento y destrucción de la gran nación española.

España no se merece estar dirigida y gobernada por esta clase de incompetentes sin preparación y principios. Esta nación necesita personas lo suficientemente preparadas para sacar adelante esta gran empresa. Sin ambiciones personales de poder. Los mejores no pueden, ni deben, dar la espalda al compromiso político, que es lo que está sucediendo en nuestro país, por culpa de los partidos políticos de las listas del «dedo» del jefe de ideologías confusas.

Entre las más grandes y urgentes necesidades de ahora mismo, se encuentra la regeneración de la vida pública, se debe intentar que logren entrar en política personas de más formación, sin ideologías concretas, con virtudes morales y de inteligencia que muchos de quienes ahora ocupan la escena pública ni tienen ni la tendrán. Personas moderadas tolerantes con la intolerancia y quizá absolutamente intolerantes con la intolerancia absoluta. No hay en ello ninguna contradicción. Aquel que pretenda destruir lo bien construido, dividiéndolo en las dos Españas del pasado, en la que una de ellas ha de helar el futuro del niño que ahora nazca, y para no pasar vergüenza, quisiera yo hacerle callar con muchísima intolerancia. Para vivir todos unidos y en paz…

Maximo de la Peña Bermejo

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