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Cartas al director

¿Por qué seguir en la Iglesia?

Esta pregunta completa: «¿Por qué seguir en la Iglesia a pesar de la tormenta?» se la hacía Joseph Ratzinger allá por el año 1970. Y la respuesta de su parte fue una seria y profunda conferencia pronunciada el 11 de junio de 1970 en Múnich. He aquí unos breves y significativos párrafos.

Aquellos fueron años muy duros para la Iglesia, no menos de lo que está sucediendo ahora: católicos de entonces y actuales «están tentados de volver la espalda a la Iglesia (…) aquellos a quienes se les ha hecho extraña la fe de ésta, a quienes aparece demasiado retrógrada, demasiado medieval, demasiado hostil al mundo y a la vida»; «la Iglesia se encuentra en una situación de confusionismo, en la que los motivos a favor o en contra no sólo se entremezclan de la manera más extraña, sino que parece imposible llegar a un entendimiento».

Y Joseph Ratzinger respondía con seguridad y firmeza desarrollando paulatinamente y con valentía sus razonamientos: «Yo estoy en la Iglesia porque a pesar de todo creo que no es en el fondo nuestra sino 'suya'», se entiende que se refiere a Jesucristo.

Más adelante proponía: «Es la Iglesia la que no obstante todas las debilidades humanas existentes en ella nos da a Jesucristo; solamente por medio de ella puedo yo recibirlo como una realidad viva y poderosa, que me interpela aquí y ahora». Y, en consecuencia, «yo permanezco en la iglesia porque solamente la fe de la iglesia salva al hombre».

Y poco después afrontaba determinadas dificultades: «En realidad el hombre no es salvado sino a través de la cruz y la aceptación de los propios sufrimientos y de los sufrimientos del mundo, que encuentran su sentido liberador en la pasión de Dios. Solamente así el hombre llegará a ser libre. Todas las demás ofertas a mejor precio están destinadas al fracaso».

Finalizaba con un rotundo acto de afirmación: la de «permanecer en la iglesia porque ella es en sí misma digna de permanecer en el mundo, digna de ser amada y transformada por el amor en lo que debe ser, es el camino que también hoy nos enseña la responsabilidad de la fe».

Juan Antonio Narváez Sánchez

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